Los nuevos ayuntamientos y algunas comunidades autónomas ya están constituidos y en el trance de repartir los cargos, ajustar los sueldos -a la baja y, en algún caso, también al alza-, buscar los responsables técnicos y definir qué parte de los programas de los partidos se van a acometer y qué otras se van a dejar en el cajón. Empiezan a verse agujeros en la capacidad de gestión de algunos, pero es cierto que habrá que esperar un plazo razonable para juzgar si los nuevos saben lo que tienen entre manos, a pesar de su falta de experiencia en la mayoría de los casos. De momento, algunas medidas, relacionadas con la valoración y la atención al sector turístico en Madrid y Barcelona -una economía que genera cientos de miles de puestos de trabajo y unos rendimientos económicos nada despreciables- han encendido luces de alarma. Con lo que nos da de comer no se puede jugar.
Dicen también que en algunos grandes ayuntamientos está costando encontrar técnicos dispuestos a trabajar con sueldos que están muy por debajo del mercado. Y que otros profesionales están siendo apartados sin ni siquiera escucharles por haber trabajado con los anteriores. Harían bien los nuevos alcaldes en tomarse un período de reflexión y de escucha de los técnicos -algunos, muchos, excelentes pero no siempre bien mandados- antes de tomar medidas equivocadas.
El problema ahora es pasar de las palabras a los hechos, de las críticas fáciles a la gestión de economías endeudadas, de la intolerancia en los principios a la flexibilidad de las negociaciones, sin faltar a las promesas de honestidad e integridad que han echado de los ayuntamientos a muchos «sospechosos habituales» y han traído aires frescos. Además, los nuevos equipos municipales, que en muchos casos se han cerrado sobre la «idea programática» de echar al PP al precio que fuere, empezarán pronto a ver que, después de ese acuerdo en lo «fundamental», vienen las discrepancias en lo particular.
Además de la regeneración de la vida pública, la transparencia y la limpieza, una necesidad imprescindible, si queremos progresar, es la modernización del sector público. El Gobierno de Rajoy no se ha atrevido a hacer la reforma de la Administración central ni a impulsar, donde ha gobernado, la reforma autonómica o municipal. Una reforma que tienen que venir desde una transformación digital de la manera de gobernar y de relacionarse con los ciudadanos. Los nuevos ayuntamientos, especialmente los grandes tienen que pasar de los gestos a la realidad y mirar al futuro. Para algunos es una gran oportunidad. Para otros puede ser su tumba porque se les van a ver sus raíces. El problema es que, en todos los casos, quien paga los errores es el ciudadano.
Francisco Muro de Iscar