AL LORO
El gobierno madrileño se convierte en la joya de la Corona para el PP, aunque no es ningún secreto que Mariano Rajoy consideraba que era más relevante la alcaldía, tiene más proyección mediática dentro y fuera de España. Pero no pudo ser, y Esperanza Aguirre ha quedado como líder de la oposición a Manuela Carmena, aunque la vida es larga y veremos qué pasa en esta legislatura en la que hay tantos pactos cogidos con alfileres.
Una vez conseguido el gobierno de Madrid, no es difícil adivinar que Rajoy está más que encantado con Cristina Cifuentes. Las relaciones entre Rajoy y Aguirre siempre han sido complicadas, con momentos de tensión y momentos de aparente conciliación, y con Cifuentes sin embargo va a ser todo más fácil. La presidenta va a sorprender para bien, captará voto progresista y tiene mano izquierda como para ganarse adeptos incluso entre los que no están de acuerdo con algunas de sus propuestas.
Se lleva muy muy bien con Albert Rivera, aunque el dirigente de Ciudadanos fue respetuoso con las negociaciones, que dejó en manos Ignacio Aguado. No fueron difíciles esas negociaciones, la mayoría de las exigencias de Ciudadanos ya estaban en el programa de Cifuentes, código ético, lucha implacable contra la corrupción, listas desbloqueadas, primarias, no a la gestión privada de la Sanidad… propuestas, por cierto, que en algunos casos provocaron recelos en un sector del PP. El documento que recoge el acuerdo con C´s le puede servir de excusa para llevarlas adelante sin que nadie le ponga pegas.
Cifuentes es de las pocas que ha dado alegrías a Rajoy, molesto con los “barones” que, perdida la mayoría absoluta que les permitía continuar, anunciaron que abandonaban el campo. La decepción mayor fue con Juan Vicente Herrera, que finalmente, en el último minuto, decidió que se presentaba a la investidura. Su silencio respecto a sus intenciones, en la ejecutiva donde Rajoy anunció los cambios en la dirección, incomodó especialmente al presidente de gobierno. Tampoco gustó la “espantá” de Bauzá y Fabra, a los que finalmente Javier Arenas, responsable de política territorial, ha advertido que no pueden celebrar los congresos hasta después de las generales. Querían abandonar el barco ya de ya, pero se han visto obligados a plegar velas. Dicen por la sede de la calle Génova que a Bauzá le han pasado factura los cambios en la alcaldía de Palma, que se empeñó en hacer en contra del criterio mayoritario del partido balear.
En el guirigay político aparece lo mejor y lo peor de cada casa. En el PP las aguas bajan revueltas, no todo el mundo está satisfecho con los cambios que ha hecho Rajoy y además hay demasiados perdedores regionales y municipales que se consideran víctimas de la gestión del gobierno. Ejemplar en cambio la actitud del Psoe cuando vienen mal dadas: a nada que descuelgues el teléfono para hablar con miembros destacados del partido surgen los reproches, o la indignación, por los pactos con Podemos. Pero se celebra el acto de proclamación de Pedro Sánchez a la presidencia del gobierno, y allí están todos para demostrar la unidad del partido y el respaldo al candidato. Como debe ser.
Pero que no se equivoque Sánchez: si no gana las elecciones de noviembre, no le van a dar ni agua. Tras perder 700 mil votos el 24-M teniendo como punto de partida un número muy bajo de votantes –al contrario que el PP, que salía de lo más alto y se dejó dos millones y medio de votos en el camino- , le culparán a él solo del resultado por haberse empeñado en pactar con un partido del que abominan un porcentaje alto de socialistas, que además bajan los ojos cuando se les dice que Sánchez engañó a los votantes al insistir en que nunca pactaría con Podemos. Sin embargo, antes de una nueva cita con las urnas, lo que hace un partido serio es apoyar a su líder. Y allí estaban todos, en el Teatro Circo Price, partiéndose las manos aplaudiendo a Sánchez el día que apareció con la gigantesca bandera que tanto detestan sus aliados de gobiernos regionales y ayuntamientos.
Pilar Cernuda