Cristiano se hizo presente en las plegarias de Ramos. Le ha declarado su amor, y teme por él. En la casa transparente que es el madrid en verano, hombres arremangados subastan el honor del camero. El hombre malo lo persigue. El año pasado se llevó a Di María, y Menotti desde su montaña hecha de ideología y espuma, acusó al madrid de maltratar al argentino, niño de la calle de repente. Un año antes fue Ozil, otro desamparado, el que fue arrastrado por la resaca del final del verano. Sabemos que si no existiera el Madrid, en las noches calientes, multitudes se tirarían al vacío para estrellarse contra la realidad. Y como servicio público que es, se le pide que infecte a la nación (y al resto del mundo, desde ahí) con un melodrama lo suficientemente ambiguo para que cada uno ponga sus obsesiones a bailar sobre la noticia.
«Sergio Ramos ha dicho al Madrid que escuche ofertas por él»
Sí, es una frase terrible, y por lo que parece, cierta. Se quiere ir, y ese es uno de los últimos tabúes. Nadie se va del Madrid. O lo echan, o se queda como López Váquez en la cabina, enterrado entre cadáveres ahorcándose con su propio mito. El aficionado siente la traición muy dentro. ¿De quién será la culpa?. La mayoría de la prensa intenta salpicar a Florentino por rácano y por no querer a los españoles. Ramos gana 6 millones netos (peso escurrido), y mira a los grandes defensas del mundo: Piqué, Thiago Silva y David Luiz y todos ganan más que él.
Ramos se elevó sobre el acantilado y cabeceó un sol que valió la décima. Desde entonces, cada madridista quiere que cambien cada estatua del país por la de Sergio cabeceando a la salida de un córner. Este año ha estado correcto en el corte, con sus lagunas de siempre pero genial jugando la pelota. Cuando faltó, el equipo se convirtió en chatarra brillante y estéril. Quizás es el segundo mejor jugador del equipo y el más importante de los que cierran los puños, pero es un defensa, tiene una edad y no parece que vaya a durar eternamente.
En estas cantidades es absurdo hablar de justicia y dignidad, más bien se impone el retorno comercial (ramos vende mucho, aunque nadie da cifras), la eficacia sobre el campo y los años que le quedan de vida útil. El madridista mira y tiene miedo. ¿Ramos con 33 años?. Entra el recuerdo de Hierro, que a esa edad parecía el hombre de hojalata del mago de Oz. ¿Ramos fuera del Madrid?. Marcelo y Karim tomarían el mando. Rihanna se pasearía como una odalisca por la parte noble del Bernabéu y la primera equipación del madrid sería el fuscia.
La escala salarial del florentinismo es entendible pero peca del problema de todo el entramado. Cuando hay una bifurcación, lo deportivo queda por debajo del marketing. Y eso se filtra al césped. Al otro lado está la horda de menesterosos con guitarra flamenca que rodea al sevillano. Con su hermano a la cabeza, cada año piden aumento de sueldo llamando a las puertas de la prensa amiga, filtrando las negociaciones y haciendo de Sergio, víctima, mártir y compás del madridismo. Y el madridismo está hasta los santos cojones de la canción.
Es un problema que tienen a veces los andaluces en la meseta. Se les ve de lejos, y lo que en su tierra queda como una mascarada, en Madrid, con ese gusto que hay en la corte por las tramas subterráneas y las formas escuetas, es entendido como una ruptura de la escena, una manipulación, en la que la trama queda al servicio de la platea que silba a su gusto. Sienta mal e incluso el público, hacia quien va dirigida la plegaria, responde con burla y abucheos. Todos pierden y eso es evidente. El uno es pesetero, el otro tiene excesiva querencia por los extranjeros y, la institución es arrastrada por el fango a cámara lenta y con todo lujo de detalles. El minuto y resultado de Gaspar Rosety aplicado a una negociación a cara de perro. Que no lo vean los niños.
Hay una cosa viciosa en el nuevo madridismo y es la victoria absoluta del contexto. El fútbol queda muy lejos. Las capillas que siempre hubo, han tomado la función y lo que parecía una vuelta a la democracia ateniense, se ha revelado como cacofonía. Porque al final de todo, está Ramos cabeceando a la salida de un córner, una y otra vez, contra el Bayern, contra el atleti, vengándose del mundo por algo que nadie nos ha explicado. Ramos es una bestia madridista. La última que queda. Y ni siquiera el hierro lo somete, y por eso es una bestia y por eso eso fueron suficientes cuatro jugadores así para ganar antaño: Raúl, Roberto Carlos, Redondo y Hierro. Ya sólo queda Ramos y está aturdido por el ruido ambiental.
Ángel del Riego