La política es el instrumento para cambiar un país, en ocasiones, incluso, en beneficio de todos los ciudadanos, o un medio para vivir a costa de ellos. Decía Miguel Delibes hace mucho que «para el que no tiene nada, la política es una tentación comprensible porque es una manera de vivir con bastante facilidad». Algunos, en la derecha y en la izquierda, llevan tiempo intentando que a la política sólo acudan los que no tienen nada, ni oficio ni beneficio, o tratan de echar a los que valen, poniéndoles unos sueldos indignos de todo aquel que vale y quiere vivir dignamente. Que un presidente de Gobierno cobre menos que muchos empresarios o que muchos alcaldes es un disparate. Y viajar en Metro o en bicicleta, en lugar de hacerlo en un coche oficial, es más demagogia que ahorro. El tiempo vale mucho y yo prefiero que mi alcalde lo use para trabajar que para esperar que se abran los semáforos.
La política es el instrumento para cambiar un país
Aprovechando las facilidades que da la política cuando los controles democráticos no funcionan, se han hecho de oro algunos golfos apandadores en lugares como Valencia, Madrid, Cataluña o Andalucía, por sólo citar algunos. Y otros, que han facilitado o permitido los fraudes millonarios, se niegan ahora a perder su escaño o a dejar su condición de aforados. El negocio, como ha dicho alguien, era el poder. Unos se llevaban el dinero público y otros se perpetuaron en el poder. A costa, siempre, de engañar a los ciudadanos. Y cobrando.
Al lado de los trincones y de los tramposos, están los estadistas. Decía Churchill que «el político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones». Con esa regla, aquí no encontramos un estadista ni debajo de las piedras. Rajoy se va a llevar a la tumba (política), el récord de tener, por unanimidad, dos de los peores, y más soberbios, ministros de la democracia: Ruiz Gallardón en Justicia y José Ignacio Wert en Educación, que han dejado más problemas de los que encontraron, y mira que era difícil. Lo mismo que Tsipras en Grecia -a ver si aprendemos algo, por lo menos- que le monta un referéndum a Europa para cargarse las medidas que está negociando con la misma Unión Europea. Alguien dijo que la política es el arte de obtener el dinero de los ricos y el voto de los pobres con el pretexto de defender a los unos de los otros.
Mientras los de Podemos o Barcelona en comú van colocando familiares a dedo, pero con una honestidad indiscutible, y Pablo Iglesias completa su venganza letal hacia Izquierda Unida, la política deportiva también anda revuelta. Los deportistas del tenis, del bádminton o del fútbol femenino se han rebelado contra el nepotismo, el desprecio y las trampas de sus dirigentes. Si queréis aprovecharos de nuestros triunfos, les han venido a decir, o bajáis a la pista a competir o nos pedís opinión. Al fin y al cabo, los que corren son ellos y los que se aprovechan, los otros.
Francisco Muro de Iscar