La mayoría de los griegos que votaron en el referéndum se inclinaron por el «No» a una farragosa pregunta que se refería a un documento que ya no estaba encima de la mesa. Hay que recordar que después de que el gobierno griego rechazara la propuesta de sus socios, envió una carta a los acreedores en la que prácticamente aceptaba las condiciones con pequeños matices de calendario. Una jugada de trilerismo que no ha tenido en cuenta el pueblo griego que parecía querer votar otra cosa distinta a la que se le preguntaba. De hecho, muchos analistas han entendido que los griegos decían no a la austeridad, no a los acreedores, no a Europa, no al euro. Y por parte de las instituciones comunitarias parecía haber quedado claro también que los griegos con un «No» votaban abandonar el euro, la austeridad y el pago de las deudas. Ahora resulta que ya nadie dijo lo que dijo, ni votó por lo que votó. Los acreedores esperan una nueva propuesta de Grecia y el gobierno griego está en ello, y por algunas filtraciones no es nada muy distinto a lo que ya en la famosa carta pusieron encima de la mesa, aunque eso sí con reestructuración de deuda incluida. Es decir que iba a venir el lobo y éste no llega. El referéndum no ha servido para lo que se les dijo a los griegos. Han votado y ahora Tsipras va a hacer con los votos lo que le dé la gana, que al parecer poco tiene que ver con el mandato de sus ciudadanos. Más trilerismo que democracia y escuchar a la gente.
Cierto que, a estas horas del martes, la partida acaba de comenzar y veremos cómo acaba. De momento, este jueguecito se ha llevado por delante a dos políticos -Varoufakis y Samarás-, mucho dinero de la gente en todas partes de Europa se ha volatilizado en las bolsas y los bancos griegos siguen cerrados sin que el BCE se haya sentido concernido hasta ver qué pasa. Eso sí negociando con Tsipras y Lagarde. En todo caso, parece que nadie ha cumplido exactamente lo que dijo hace unos días. Ni siquiera Juncker, quien antes del referéndum tenía claro que un «No» era un no al euro y ahora está dispuesto a seguir negociando. Mal harían los acreedores si al final se bajan los pantalones. Tsipras no puede ganar un órdago sin cartas, saltándose todas las normas que con mucho esfuerzo, muchos países, entre ellos España, han tenido que asumir para seguir en este club que tiene unas reglas y que pocos entenderían que si no le gustan a uno de los socios se cambian. Por mucho que le preocupe a Obama.
Carmen Tomás