martes, noviembre 26, 2024
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Rajoy, el solitario de Europa

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Algunas fotografías mostraban a Mariano Rajoy en soledad durante la última 'cumbre' europea, esa tan dramática que salvó -o no…– a Grecia, y quién sabe si a Europa, en última instancia de caer en el abismo de lo desconocido. Luego, cuando Luis de Guindos perdió la presidencia del Eurogrupo, han proliferado los comentarios negativos sobre la pérdida de peso específico de España en la UE gracias al actual Gobierno, comentarios rematados por una declaración de Pedro Sánchez, diciendo sentirse «avergonzado» del presidente de su país. Mucha desmesura, algo de campaña electoral y un poco de culpa de todos hay en este nuevo capítulo de lapidación contra el inquilino de La Moncloa, que, en este terreno, ni lo está haciendo tan mal como dicen ni tan bien como él piensa, en mi opinión.

Pretender que Rajoy es el 'solitario de Bruselas', como lo era Zapatero es, simplemente, inveraz. Cierto que el presidente español, en la crisis de Grecia, se ha colocado como de perfil (aunque tras el escudo de Alemania, eso sí), renunciando voluntariamente a ocupar un papel protagonista: que sean Francia y, sobre todo, Merkel-Schäuble, quienes se batan el cobre de la primera línea con lo que Tsipras significa. Pero siempre me pareció una postura inteligente esta huida de los focos, cuando estar en ellos significa que una de las dos Europas ha de helarte el corazón. Porque existen lamentablemente, sí, dos Europas coexistiendo en la UE: la que se alinea con la 'troika' y sus acaso a veces excesivos rigores y la que lamenta el 'aplastamiento institucional' al pueblo griego, olvidando las trapisondas de tantos gobiernos helenos, de los que Tsipras es digno heredero.

Pretender que Rajoy es el 'solitario de Bruselas', como lo era Zapatero es, simplemente, inveraz.

El último ejemplo de estas últimas posturas, a mi modo de ver insensato en grado sumo, lo tenemos en esas declaraciones de Pablo Iglesias, pidiendo a Tsipras 'aguanta Alexis' (que ya vamos a ayudarte). Como si lo que ha hecho Tsipras no mereciese cuando menos la crítica de cualquiera que tenga unas mínimas nociones políticas sobre lo que es un referéndum y sobre lo que ha de ser el respeto debido al pueblo cuando te lanzas a forzar una consulta como esta. Para no hablar, claro, del acatamiento obligado a las euro-reglas del juego, a los compromisos deudores y a las normas establecidas en un 'club' que, a mi entender, sigue teniendo más ventajas que inconvenientes, aunque algo de esto último también haya.

La derrota de Guindos yo la inscribiría en otro plano: España no sabe jugar en el río revuelto de Europa. La siempre rectilínea, ortodoxa, diplomacia española no ha sabido competir con el juego trilero que el 'aparato' fiel a Dijsselbloem ha practicado con naciones menores, cuyo voto valía tanto como el de Alemania. Nadie, a estas alturas, duda de que ha habido componendas 'país a país' que los españoles, confiados en el apoyo alemán, no han advertido a tiempo. No es en sí culpa atribuible a Rajoy, o al menos no principalmente a él, el hecho de que su ministro de Economía -bastante mejor candidato, creo, que el holandés- haya perdido en esta importante carrera.

Con ello no quiero decir que me sienta del todo identificado con un Rajoy que -en esto sí tiene razón Sánchez, que, sin embargo, se ha excedido claramente en el tono de su repudio al adversario que ocupa La Moncloa- ha utilizado la crisis griega como ariete en su campaña electoral, porque ahora todo es campaña electoral: y tratar de identificar al PSOE de Sánchez miméticamente con Podemos y, por tanto, con lo que hace Syriza, no deja de ser munición electoralista de sal gorda y baja estofa. Porque, simplemente, no es cierto.

Todos, por tanto, están evidenciando un estado de nervios nacional en una crisis de carácter internacional ante la que al menos quienes creen en los postulados de la vieja Europa –¿o es que alguien piensa que los 'padres' Monet o De Gasperi se alinearían con Tsipras?-deberían presentarse unidos. Y casi tan mal me parece ese avergonzarse públicamente de su primer ministro que proclama Pedro Sánchez, debilitando la posición de quien preside el Ejecutivo español ante la UE, como el hecho de que Rajoy no haya siquiera telefoneado a su principal rival por el sillón de La Moncloa para tratar de consensuar alguna posición común frente a los ocasionales desvaríos de Atenas.

De lo de Pablo Iglesias, claro, ya ni hablamos. ¿Será todo esto por el calor?

Fernando Jáuregui

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