En realidad, los ludópatas no tienen adicción patológica a los juegos de azar. Su esclavitud es el riesgo extremo. No juegan para ganar sino para perder. Porque las consecuencias de la insatisfacción con los premios obtenidos no colman su dependencia. Necesitan llevar el riesgo hasta el extremo en donde es metafísicamente imposible salir victorioso.
Todo esto viene a colación del muy honorable presidente de la Generalidad de Cataluña, Artur Mas. Lo ha tenido todo. Fue el delfín de Jordi Pujol cuando se creía que era una persona honesta y un patriota comprometido. Ahora sabemos que sus patrias eran Andorra y Suiza. Mas ganó las primeras elecciones por mayoría absoluta y disolvió anticipadamente el Parlamento para perder 12 escaños y depender de Esquerra Republicana. Convocó un referéndum ilegal y cuando se dio contra la pared del Tribunal Constitucional transformó la consulta en una bufonada sin pies ni cabeza.
La ludopatía política de Artur Mas, como es consustancial a esa patología, sobre todo en quienes no se ponen en tratamiento severo, le conducirá a la ruina total de su patrimonio político del que ya no queda mucho. Pero él insiste.
Fue el delfín de Jordi Pujol cuando se creía que era una persona honesta y un patriota comprometido. Ahora sabemos que sus patrias eran Andorra y Suiza.
Veamos. La independencia de Cataluña es un anhelo político legítimo, pero carece de cualquier base legal. El llamado «derecho a decidir» es una expresión tramposa en cuanto a que infiere la existencia de un derecho que no existe. La independencia es imposible salvo por un acto de fuerza o guerra. Primero, porque el derecho de autodeterminación, contemplado en la carta de Naciones Unidas, no encaja en Cataluña, puesto que se refiere a situaciones bélicas y a colonias. En segundo lugar, no está contemplada esa posibilidad en la Constitución Española. Y, en tercer lugar, porque esa hipotética e imposible salida de España convocaría un Cataxit, es decir, una quiebra de esa comunidad autónoma, su salida de la Unión Europea y de la zona Euro y la necesidad de inventar y poner en circulación una moneda propia. Un muy mal negocio que quienes lo patrocinan tratan de ocultar.
Como Artur Mas se ha quedado sin fichas para jugar en el casino de la política española -sus partidas ya no interesan a nadie- y ha perdido impulso la querencia emocional independentista en Cataluña, el president se ha inventado un nuevo juego en donde realizar su última apuesta. Naturalmente perdedora: unas elecciones «plebiscitarias» -concepto político que no existe en la Constitución Española en donde las consultas legales a los ciudadanos se hacen mediante referéndum convocado por la institución que goce de esa prerrogativa- en donde los independentistas acudirán en una lista única con la pretensión de que si gana, a continuación, proclamarán unilateralmente la independencia de Cataluña.
Me gustaría hablar todos los idiomas oficiales de la Unión Europea para hacer el test de cuántos de esos ciudadanos pueden llegar a entender lo que está pasando en Cataluña.
Las charlotadas fueron y son un remedo bufo de las corridas de toros para que pudieran acudir los niños en vez de ir al circo. Y la convocatoria del 27-N es una charlotada que además secuestra la democracia en Cataluña convirtiendo las elecciones autonómicas para formar gobierno y sacar adelante un proyecto político en una hipotética consulta plebiscitaria para salvar la ensoñación ludópata de quien fue ungido por Jordi Pujol, del que se procura hablar lo menos posible.
Resumiendo, el president de Convergencia Democrática de Cataluña y del gobierno de la Generalidad irá en las listas de esas elecciones como número cuatro. Desde esa posición de camuflaje gobernará y encabezaría la secesión. Y en esa lista única que devora una parte sustancial de la pluralidad inherente a la democracias, irán personas independientes de supuesto prestigio, la encabezará un político de un partido minoritario como reclamo y se repartirán los escaños que queden con un sistema proporcional y de cremallera entre los dos partidos muñidores de esta tragedia.
Confieso que la ludopatía del señor Mas me tiene agotado. Estoy deseando que no le dejen entrar en ningún casino político y que sus familiares políticos le incapaciten para que no pueda seguir dilapidando ese maravilloso país que es Cataluña, que fue lugar de gente emprendedora que supo sacar provecho de su situación geográfica y de la mano de obra barata que le llegó de los lugares más pobres de España.
Carlos Carnicero