Algunos ayuntamientos, como el de Madrid, exigen estar muerto para que el concejo decida dedicarte una calle. Con ser muy grande la honra concedida, la mayoría de los ciudadanos, por no decir todos, aspiran a que ese gran honor venga lo más tarde posible. Algunos ayuntamientos, como el de Madrid, para honrar a un vecino suelen cometer la grosería de deshonrar a otro, y es así como Vázquez de Mella se ha quedado sin plaza.
Desde luego, Vázquez de Mella no fue de izquierdas, sino tradicionalista, pero tampoco fue franquista por la sencilla razón de que murió en 1928, algo más de dos años después de que le amputaran una pierna. Tenía piso en el Paseo del Prado, lo que puede incitar a los demagogos a asociarlo con la alta burguesía y los ricos explotadores, pero murió en una pobreza tan extrema como caballeresca, aliviada de vez en cuando por amigos que procuraban ayudarle sin que él fuera consciente de ello. Quien fue diputado a los 29 años, y rechazó en dos ocasiones ser ministro, y fue figura del periodismo gallego y madrileño, no necesitó leyes de transparencia para ser honrado, ni declaraciones juradas del patrimonio. Hijo de viuda de militar, estuvo acostumbrado, desde que se quedó huérfano de padre a los seis años, a la escasez, al aprovechamiento de las ropas, al sacrificio de cuidar una cierta apariencia, que no era vanidad, sino obligación de la época.
Los tontos contemporáneos, sean de izquierdas o de derechas, suelen cometer locuras cuando mandan.
Por cierto, su pensamiento político, aparte de estar enraizado en la monarquía y el catolicismo, tenía un fuerte componente regionalista -autonómico, diríamos hoy- quizás fruto de su paso por Asturias, Galicia y Madrid.
No, no era de izquierdas, como tampoco lo ha sido tantos otros periodistas, políticos, filósofos y pensadores del XIX y de principios del XX. Pero espero del raciocinio de los nuevos ediles que no dictaminen de manera oficiosa que sólo tengan derecho a mantener el nombre de la calle los que son de izquierdas. Puede parecer una locura, pero los tontos contemporáneos, sean de izquierdas o de derechas, suelen cometer locuras cuando mandan. De momento, honrar a unos a costa de deshonrar a otros es la muestra de una estupidez sencilla de diagnosticar.
Luis del Val