¿Qué hará Rajoy con el conflicto catalán, que nos angustia un poco más cada día? Se cumple esta semana que comienza un año desde su entrevista en La Moncloa con Artur Mas; desde entonces, silencio y desencuentros. Ahora, quizá el viernes, en la tradicional rueda de prensa de final de curso político, aún no convocada, al presidente le toca especificar a los españoles qué es lo que piensa hacer, si es que piensa hacer algo. Según bastantes testimonios, en La Moncloa han montado un zafarrancho de combate de no escasa consideración. El registrador Mariano Rajoy vuelve a estudiar Derecho como para sacar adelante las oposiciones más difíciles de su vida, de nuestras vidas.
¿Qué hará Rajoy con el conflicto catalán, que nos angustia un poco más cada día?
Se repasan códigos, se barajan posibilidades legales, hay un debate notable en torno a un solo punto: qué hacer ante el inmenso desafío al Estado que suponen las elecciones autonómico-plebiscitarias en Cataluña… y sus derivaciones posteriores hasta llegar, si todo le sale 'bien' a Artur Mas, a una declaración unilateral de independencia. ¿Estamos ante un fenómeno como la declaración del Estat Catalá en 1934?, se preguntan algunos 'estrategas' cercanos al PP, que, por supuesto, de ningún modo plantean incidir en la línea extremadamente 'dura' de tan nefastas consecuencias entonces: «Afortunadamente, hemos progresado mucho y en muchos aspectos desde los tiempos de la República», dice una de las 'estrellas ascendentes' en el partido gobernante.
Volvemos así a la pregunta de la semana, del mes, del año: entonces, ¿qué hacer? ¿Procurar una moción de censura inesperada contra Mas? Se ha hablado del tema, pero el PP catalán no puede presentarla en solitario, y menos con una Alicia Sánchez Camacho en baja incluso en su propio partido. Pero no consta que el tema se haya hablado siquiera con Albert Rivera o con los dirigentes del PSC. ¿Aplicación inmediata del artículo 155 de la Constitución, 'recortando' la autonomía catalana? No antes de la fecha de celebración de esas elecciones, suponiendo que no se recurran antes si un pretendido o real carácter 'plebiscitario' -ya veremos cómo es eso_ las adorna. ¿Aplicar la ley de seguridad, incidir en la amenaza de una huida de las empresas radicadas en Cataluña, insistir a los gobiernos de la UE para que produzcan declaraciones condenatorias del proceso secesionista? Todo, todo, está sobre la mesa de Rajoy estos días, incluyendo, me dicen, algunos informes sobre actividades económicas de la familia Mas.
Con todo eso bailando sobre su mesa de trabajo, aseguran que la aparente tranquilidad de un gobernante destrozado por las encuestas, por las revelaciones de corrupción en altas instancias de su partido, es solo eso: aparente. La procesión va por dentro, dicen viajeros al interior de La Moncloa.
El viernes, tras el Consejo de Ministros que estará dedicado a los Presupuestos, sabremos a qué atenernos… si Rajoy quiere, naturalmente. Porque la tradicional rueda de prensa 'sin límites' -que es como debe ser una rueda de prensa- o con los límites que imponga el presidente, no está aún oficialmente convocada ni tácitamente aceptada por la portavocía monclovita. Lo cierto es que lo único que ha dicho públicamente Rajoy es lo que forzosamente tenía que decir: que no habrá independencia de Cataluña. Al tiempo, hemos sabido que, en su encuentro con el Rey, Artur Mas se mostró irreductible y que el Monarca dialogante ha perdido toda esperanza de reconducir al president de la Generalitat por una vía constitucional y negociadora: al parecer, Mas se siente extremadamente irritado con el Gobierno central -con los gobiernos centrales, pues recuerda que Zapatero le traicionó dos veces- y, lo que es peor, se muestra dispuesto al sacrificio, si falta hiciera, con tal de sacar adelante una independencia de la que hace un lustro no era, al parecer, partidario. No hay quien le convenza de que está poniendo a los catalanes, y al resto de los españoles, entre la espada y la pared.
Y eso es muy peligroso, porque cualquier cosa puede esperarse de un país que se siente acorralado. Casi la totalidad de los ministerios, algunos aparentemente tan inactivos, se halla en ebullición haciendo diagnósticos y considerando las consecuencias de lo que pueda venir: Economía, Hacienda, Interior, Educación -que se enfrenta este otoño a una rebelión contra la 'Ley Wert'-, Exteriores y hasta Defensa y Sanidad. No estamos solamente, es obvio, ante un desafío al Gobierno de Rajoy, que, con lo que ocurra en Cataluña, se juega en buena parte su reelección como presidente: estamos ante un desafío al Estado, y las fuerzas políticas, catalanas y nacionales, deberían actuar en consecuencia. No lo están haciendo, lamentablemente, aunque no puedan descartarse sorpresas procedentes de Ciudadanos y del PSOE, además del Ejecutivo central. Es más: tiene que haber sorpresas que eviten la decepción total de la ciudadanía ante la incapacidad de sus representantes. Pero, ¿cuáles sorpresas? No es solamente Rajoy quien debe responder a esa pregunta.
Fernando Jáuregui