martes, noviembre 26, 2024
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Pues no; Pedro Sánchez no es otro Zapatero

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Hace ahora un año, muy pocos de los periodistas que acudimos al congreso extraordinario del PSOE conocíamos a Pedro Sánchez, o lo conocíamos muy superficialmente. Las afiliadas se hacían 'selfies' con él en los abigarrados pasillos del hotel en el que el congreso tuvo lugar, alguna hasta le llamaba «guapo» a gritos, y Sánchez, un diputado que hubiera pasado casi desapercibido si no hubiese sido por su comparecencia en algunas tertulias televisivas, estaba, claro, eufórico. Era el sucesor de Alfredo Pérez Rubalcaba, un gran político con la suerte algo retorcida, en la secretaría general del segundo partido en importancia del país.

Había, en su propia formación, quien le cuestionaba; para otros, era un rayo de esperanza en un partido al que Zapatero -y otros antes que él– había dejado seriamente tocado. Preocupaba en las filas de enfrente: pronto comenzó la difusión de comidillas que pretendían situarlo como «aún peor» que el presidente vallisoletano-leonés. Y anduvieron, y andan, algunos buscándole dossieres y hurgando en su familia. Pero ha pasado un año -parece que hubiera sido una década: qué cantidad de acontecimientos- y Pedro Sánchez ahí está. Ha renovado a fondo las caras de su partido, es el jefe político de seis presidentes autonómicos, ha pacificado a los críticos, comenzando por la presidenta andaluza Susana Díaz y ha logrado, perdiendo bastantes votos, que todos crean que ganó las elecciones del pasado 24 de mayo. Las encuestas le dan como casi tan popular como Albert Rivera y mucho más, desde luego, que un Mariano Rajoy que ya hasta accede a que le fotografíen bañándose en el río Umia, a ver si logra parecer humano a unos ciudadanos de los que tanto se distanció.

Había, en su propia formación, quien le cuestionaba; para otros, era un rayo de esperanza en un partido al que Zapatero -y otros antes que él– había dejado seriamente tocado.

Este no es un canto a Pedro Sánchez, que ha cometido, y sigue cometiendo, errores de bulto, como el de imponerse una auto prohibición de pactar nunca jamás con el Partido Popular. Pero hay que reconocer al aún flamante secretario general del PSOE que más no se puede hacer en menos tiempo. Hasta ha 'ganado' -no él, pero sí su candidata- las elecciones primarias en la siempre inestable organización madrileña socialista. Y en la calle casi todos reconocen que sí, que Pedro Sánchez bien podría llegar a ser el próximo primer ministro si Mariano Rajoy, que será su principal rival en las elecciones de ¿diciembre? no logra remontar el vuelo y convencer a los ciudadanos de que el cambio lo hará él, y no de que el cambio es él, como va diciendo por ahí.

No, Pedro Sánchez no es otro Zapatero. Mis obligaciones profesionales me llevaron a tratar con ambos, y de ZP podría contar cosas chuscas -perdón por hablar de mi libro, pero allí cuento algunas; el espacio obligado para este articulo no me permite muchas escapadas laterales- que, desde luego, jamás se le podrían ocurrir a Sánchez, cuya formación es mucho mejor que la del leonés. Lo que ocurre es que Sánchez llegó con la impronta de la mudanza urgente, que ya se sabe que las prisas no siempre son aconsejables: desdeñó a los que tuvieran más edad que él -ahora, véase el ejemplo de Jordi Sevilla, recula un poco–; se hizo enemigo de 'míster Europa'; comparó al PP -un partido bastante útil para el futuro, con un dirigente inhabilitado, parece, para el futuro– con Bildu; desdeñó debatir una reforma de la normativa electoral; no concretó su propuesta de reforma constitucional ni nos detalló cómo piensa hacer de España una Monarquía federal… Ni tampoco nos ha dado soluciones para el conflicto que en Cataluña ha planteado el president de la Generalitat, más allá de decir que este conflicto es serio: ya que no lo hace Rajoy, Sánchez tiene que intentar entrevistarse con Mas, hacerle alguna propuesta de futuro para el caso de que el socialista llegue a ocupar La Moncloa. No basta con abrazar 'in situ' a los pocos entusiastas que aún quedan en el PSC.

Pero, al menos, Sánchez se mueve. Ofrece una sensación nueva, sonriente, mucho más cercana, menos despectiva hacia los demás, que la de su aliado Pablo Iglesias, al que acabará, ya lo verán, fagocitando, suponiendo que el líder de Podemos no se fagocite a sí mismo. Tiene que buscar nuevos aliados para el futuro: Ciudadanos, el propio PP, en algo que podría asemejarse a una gran coalición, o a una mediana coalición, si es que le asustan las soluciones verdaderamente pragmáticas… Pero es eso lo que tenemos aún que ver en el que es ya jefe de la oposición: su sentido de la realidad más allá de las proclamas para encandilar a los suyos, que pienso que ya están encandilados. Cada vez le queda menos tiempo para convencer a quienes pueden ser sus electores de que estamos ante un estadista en potencia al que, desde luego, no se puede comparar con Zapatero.

Fernando Jáuregui

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