Después de cuarenta años de cruenta dictadura franquista, precedida por los tres de una horrible guerra civil, tras seis inestables republicanos, a continuación de los siete dictatoriales de Primo de Rivera, es decir, padecidos más de cincuenta años de tumbos pendulares que afectaron incluso, gravemente, a los derechos humanos de los españoles, llegó, al término de estas desgracias, una transición democrática. Fenecida en la cama en 1975 la dictadura franquista, todo el arco político español pactó democráticamente una Constitución, refrendada por la ciudadanía el 6 de diciembre de 1978, pilar de nuestra democracia que Pablo Iglesias denigra llamándola “el Régimen del 78″, poniéndola ya semánticamente a la infame altura de la dictadura, conocida entonces como “el Régimen».
Desde la transición venimos disfrutando del mayor periodo de estabilidad democrática y política de nuestra Historia. Cuarenta años el próximo 20 de noviembre, aniversario del fallecimiento de Franco. No ha sido ello sin superar dificultades de todo género y atentados a nuestras libertades tan graves como un golpe de Estado y conspiraciones varias en ese sentido además del sangriento terrorismo etarra.
Nada es perfecto y no todos los partidos políticos han estado siempre a la altura de las exigencias democráticas como lo demuestra la corrupción. Sin embargo, seguimos teniendo la oportunidad de seguir progresando dialogada y democráticamente para mejorar nuestra sociedad de un modo respetuoso con la Constitución, eje esencial de nuestra convivencia.
En la Constitución están los elementos fundamentales del entendimiento democrático. Entre ellos una Monarquía parlamentaria, lo que significa una democracia, vieja aspiración española, ahora establemente conseguida, dotada de un Estado social, aunque mejorable. La unidad de España combinada con unas Autonomías que, es argumentable, hasta puede que dispongan de demasiadas competencias. Asimismo el simbolismo de la bandera, como también ha sabido recordar Pedro Sánchez. Fue establecida en 1785, usurpada por la dictadura franquista y de la que se eliminaron, a su término, una simbología histórica apropiada por el fascismo. Bandera, la constitucional, aceptada por el Partido Comunista encabezado por Santiago Carrillo que, por mucho que les duela a algunos, se comportó como un hombre de Estado desde su retorno a España, fallecido el dictador.
Todo ello sufre ahora los ataques insensatos de jóvenes y viejos desmemoriados que prefieren, jugando con el fuego, ignorar la Historia, la moderación y la prudencia en beneficio propio y no del conjunto de la ciudadanía.
Por un lado Podemos, y otros de misma factura que, con su ayuda, se han aupado en ayuntamientos mediante mareas y proyectos en común. No buscan progresar sobre lo construido desde 1975. Buscan la «desconexión» con lo logrado desde entonces mediante un republicanismo innecesario y gestual indigno de quienes sinceramente intentaron resolver los problemas españoles con la primera y segunda República. Pretenden, asimismo, la «desconexión» con el futuro de España que sólo puede estar en la Unión Europea con todo lo que ello implica tanto en el marco interno, con aquellos en la UE decididos a profundizar su integración desde la Eurozona, como en el ámbito internacional.
Otros que quieren «desconectar» son Más y sus aliados que se van apartando, sutilmente creen ellos, de la Constitución y que quieren hundir en septiembre con su unilateral e irrazonable proyecto secesionista de España, “desconectándose” asimismo de esa Unión Europea, trayendo la ruina al Principado. Sorprende que muchos empresarios catalanes digan que solo ahora se percatan de ello. ¿Clientelismo nacionalista ahora inquieto por las perras del futuro?
Para contrarrestar el independentismo catalán Rajoy venía parapetándose esencialmente tras argumentos jurídicos. Políticamente acaba de elegir a Garcia Albiol como candidato del PP en Cataluña, ex-Alcalde “enérgico” de Badalona, xenófobo para muchos, aparentemente más preocupado por Rivera que por Mas. ¿Es una buena opción frente al separatismo? ¿Con qué proyecto? ¿A quién puede interesar una mayor radicalización del PP?
Hasta este lunes 3 de agosto Rajoy podía adelantar las elecciones generales al 27 de septiembre para contrarrestar la convocatoria de Mas de “sus” elecciones “plebiscitarias” para esa fecha antes de aventurarse hacia la secesión unilateral si obtiene una mayoría absoluta. Dejando, en cambio, las elecciones generales para diciembre, para aprobar “sus” presupuestos para 2016, Rajoy parecería apostar por la sensatez catalana. Hay sondeos, esperanzadores, que indican que solo un tercio de los catalanes cree posible la independencia. ¿Tomarán nota de ello la mayoría de los votantes? Deberían deshacerse de la corrupción atribuida a los Pujol y amigos y de la sinrazón de Mas que mantiene su bicicleta rodando al pedalear hacia el precipicio tocando una flauta mentirosa.
En todo caso habrá que reformar, tras las elecciones generales, la Constitución para adaptarla a una nueva realidad, incluida la autonómica. Hubiera sido mejor que Rajoy lo hubiese discernido a principios de esta legislatura en vez de aceptar a última hora de la misma cambios para el futuro en el Senado.
Carlos Miranda
Embajador de España
Carlos Miranda