Ha sido el defenestrado Miguel Antonio Carmona el que ha se ha encargado de recordar, refiriéndose a su partido, el PSOE, que una cosa son los resultados y otra las resultantes. En el caso socialista, con ocasión de las elecciones del pasado 24 de Mayo, la distinción es más que obvia. Con unos malos, muy malos, resultados electorales, la resultante ha sido un importante acopio de poder. Con sus propias fuerzas, el PSOE estaría en la Oposición -salvo excepciones bien contadas- pero la política de pactos, consustancial al juego democrático, le ha llevado a ocupar espacios de poder no ganados por el apoyo popular sino por el acuerdo con otros.
Con unos malos, muy malos, resultados electorales, la resultante ha sido un importante acopio de poder
La reciente encuesta del CIS, que se puede analizar desde muchos ángulos, ofrece un dato incontrovertible y es que el PP va ganando posiciones, aumentando su distancia en relación al PSOE que si bien sube unas décimas, todavía está a alguna distancia de ese 28% obtenido con Rubalcaba al frente y que fueron los peores resultados nunca obtenidos por los socialistas en unas elecciones generales.
Hoy Rajoy y con él, el conjunto de PP, está más tranquilo que hace unos meses, pero entre sus dirigentes nadie canta victoria. Recuerdan la frase de Carmona: «una cosa son los resultados y otra la resultante» y es aquí en donde surgen los «temores» de los populares. Intuyen que o tienen un triunfo contundente «o se reeditaran los acuerdos que hemos visto en Mayo».
Es ya un clásico de la política española que nadie quiere pactar con el PP. En muchas ocasiones, los apoyos provinieron de los partidos nacionalistas, pero está por ver que eso vuelva a ocurrir y que si ocurre sea suficiente.
Los adversarios del PP reiteran siempre que pueden que el partido de Rajoy «está solo» y aún siendo verdad que al PP en muchas ocasiones le ha faltado empatía y cercanía, que su discurso, excesivamente técnico le aleja del común de los mortales, los casos de corrupción y otros errores, me pregunto si todo esto justifica en términos estrictamente democráticos esta aversión compartida al pacto, por mínimo que sea, con el principal partido de España.
Es obvio que no se puede pactar con delincuentes, con quien malversa fondos públicos, pero si hay algo evidente es que ni en el PP ni en ningún otro partido todos son delincuentes. ¿Es democrático esa especie de frente, de cordón sanitario no ya hacia una siglas sino hacia esos 800.000 militantes y millones de votantes del PP?. ¿Se puede establecer en España una sana convivencia política cuando a un partido -en este caso el PP- se le trata y se le considera un apestado, indigno y casi un «sacamantecas»?. ¿Quién tiene más problema, el PP, condenado a la soledad o aquellos que por principio y sin matiz alguno le lanzan de antemano a la cuneta de los silentes?. De acuerdo con el CIS que no hace otra cosa que reafirmar tendencias anteriores, todo lleva a pensar a que el coro bien afinado de que con el PP ni ha heredar no acaba de cuajar entre la opinión pública. De lo contrario, el PP, lejos de ganar posiciones, debería haber perdido muchos escalones.
Todo está todavía muy abierto. Las elecciones catalanas van a ser un acontecimiento que van a condicionar y mucho los resultados del próximo CIS y hasta que esto llegue el PP venderá que no hay que cambiar su política económica, que las aventuras no son buenas y que el paro ira bajando. Los socialistas dirán que muy pocas cosas va bien, trataran de exprimir la Púnica y seguirán presentándose como el único partido capaz de articular España aunque en Cataluña se les augure unos resultados no mejores que los del PP. Los primeros, dicen sus adversarios, venden el miedo y los demás, dice el PP, meras ilusiones , peligrosas promesas incumplibles. Y así siguen, hablando y hablando pero solo entre ellos. Muestra de ello es el CIS del que se desprende que los emergentes, que todo lo saben, han sido, mas que nada, un buen camino para desahogar el enfado con los partidos de «siempre», pero lo cierto es que a nadie le gusta estar enfadado todo el día.
Rajoy se la juega en diciembre porque los resultados pueden ser mejores que los del PSOE, pero la resultante, que seria liderada por Pedro Sánchez, sería un camino de minas para el socialismo español y un varapalo para el PP. Si fuéramos un país serio, no habría vergüenza a las coincidencias ni miedo a las discrepancias.
Charo Zarzalejos