miércoles, noviembre 27, 2024
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No hay excusas

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No vale decir que es una inmigración ilegal, irregular, económica, para deslegitimar sus derechos de asilo. No vale acusar a las mafias del tráfico de seres humanos. No vale culpar a sus países de origen por la pobreza y el hambre de que huyen.

El Frontex y Acnur, los dos organismos internacionales que están allí, sobre el terreno, intentando salvar vidas a la deriva, lo han dicho muy claro: la inmensa mayoría de los más de doscientos cincuenta mil inmigrantes llegados a las costas europeas, digo bien, europeas, tienen derecho al asilo porque huyen de conflictos como el de Siria, Afganistán, Irak, o Eritrea. Huyen de guerras pavorosas, son mujeres, niños que han vivido el horror hasta el punto de no temer la muerte en el mar.

Grecia, el país quebrado de la Unión Europea, ha recibido en sus costas a más de la mitad de estos ciudadanos sin patria. No tienen recursos ni medios para atenderlos y llevan clamando a sus socios de la UE una solución compartida ante este drama humanitario. Pero Europa se hace la sorda, mira para otro lado.

Y, para vergüenza y oprobio, entre los más insolidarios, el que más excusas ha puesto para no admitir ni siquiera un cupo mínimo, es el Gobierno español. Alegan que aquí ya no se cabe, que el paro nos desborda, y hacen declaraciones tan sonrojantes como la del ministro Fernández, responsable de Interior, que pidió a los europeos indignados que facilitarán sus domicilios para enviarles inmigrantes a sus casas. O que defendió sin rubor que aceptar un cupo crearía un efecto llamada y que lo mejor era apoyar a los pases de origen. Y eso sabiendo de primera mano, por estar en el Gobierno, que España es el país que más recortes ha hecho en ayuda al subdesarrollo de toda la OCDE.

La europea es una sociedad envejecida, sin el suficiente relevo generacional. La emigración no ha hecho más que aportar riqueza, fuerza de trabajo, precisamente en aquellos cometidos que ya no realicen los nacionales. El cuidado de los niños y los ancianos esta en manos de jóvenes venidos de otros países que con sus aportación a las arcas de la Seguridad Social contribuyen, también, al pago de las pensiones. Y, además, son fundamentales en el rejuvenecimiento de los países.

No vale seguir buscando culpables a un drama que debería tocar las conciencias de todos. Hay que remangarse, buscar soluciones de dignidad y acoger a los que ya están en territorio europeo. ¿O es que nos hemos olvidado del éxodo español tras la guerra civil y su triste destino en campos de concentración en el sur de Francia? Que mala memoria tenemos.  ¿Vamos a hacer lo mismo?

Victoria Lafora

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