Comprando a la derecha la idea de que ya no hay izquierda ni derecha no se evita ser quien se es ni parecerlo, pues a las personas se les puede vacilar sólo hasta cierto punto. Podemos, ávido de poder como su propio nombre sugiere, compró ese llamémosle argumento de la derecha eterna, y aun el del centro o centralidad política, como talismanes infalibles para el triunfo, creyendo que con ese producto, salpimentado de «transversalidad», se iba a merendar al PSOE, que, acaso por razón de edad, andaba tórpido y no acertaba con la fórmula en los últimos tiempos. Lamentablemente para Podemos, si el PSOE entró en barrena fue porque dejó de ser un partido de izquierda, razón por la cual las personas de izquierda dejaron de votarle.
Pretender suplantar o sustituir a un partido histórico no puede hacerse repitiendo de entrada sus errores, pues para eso está la historia, para procurar no repetirla. Sin embargo, Podemos, o, más exactamente, el núcleo dirigente fiel a Iglesias, ha pretendido hacerlo, bien que al previsible precio de empezar a desinflarse y a ser castigado por su apabullante falta de originalidad y de tiento. Dejando a un lado el hecho transcendente de que no se pueden traicionar las esperanzas de unas generaciones y unas clases sociales empobrecidas y a la deriva, que las necesitan vivas, cabe decir que la brutal campaña de que fue víctima la formación en sus comienzos, y que a muchos forzó a ver con simpatía a los tan arteramente vilipendiados, no basta para velar la inanidad ideológica, estratégica y política de quienes se postulan como única opción salvífica de futuro.
Podemos es de izquierda, pero disimulándolo tan toscamente, abonándose al crepúsculo de las ideologías, deja de serlo
Podemos es de izquierda, pero disimulándolo tan toscamente, abonándose al crepúsculo de las ideologías, deja de serlo. ¿Quién va a acabar votándoles, pues? Cuando el PSOE hizo lo mismo, sus burgos podridos y sus redes clientelares le salvaron del desastre total, pero a Podemos, recién llegados y habiendo tocado pelo sólo superficialmente, puede que le terminen votando en las generales los amigos y algunos familiares.
Rafael Torres