domingo, septiembre 22, 2024
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El CIS y una izquierda despistada

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Los datos del último barómetro del CIS parecen haber sorprendido a muchos. Se ha enfatizado cierta recuperación del bipartidismo y el estancamiento de las fuerzas emergentes. Todo eso es, probablemente, cierto y merecerá mi comentario.

No obstante, deseo retener antes tres datos que me parecen relevantes: la baja tasa de fidelidad del votante de las fuerzas emergentes, el fracaso de sustituir política por hiperliderazgos y, más allá, la derrota de la sustitución de la idea de izquierda como componente del cambio.

Probablemente, un único barómetro no es suficiente para confirmarlo pero las numerosas tontadas postelectorales, simbologías vacías y escandalosa ausencia de modelo de ciudad ha perjudicado a los emergentes, demasiado pagados de sí mismos como para creer que el liderazgo sustituye a la política en lugar de acompañarla,

El CIS revela que por mucho que algunos se esfuercen, su imagen y voto se sitúa en la izquierda extrema y que, al paso, el voto del cambio puede verse reducido a lo que, en su momento representaron Carrillo y Anguita.

Muestra el CIS que el ciego patetismo de las confluencias a cualquier precio, gestionado por Alberto Garzón, para encontrarle una nueva máscara electoral al PCE, solo conduce a la desaparición de la izquierda del trabajo y las necesidades sociales a las que los responsables de IU han conseguido situar por debajo del histórico encefalograma plano.

El mapa político podrá ser más plural, pero se limitará a incluir satélites de las fuerzas del bipartidismo. Habrá que decir que el refuerzo bipartidista esta lejos de las cifras próximas al 80% que antaño tuvo, pero mucho tendrán que cambiar las cosas para que el evidente desánimo que ha cundido en las filas del cambio sea capaz de intervenir en política en términos reales.

El magma que se articula en torno a Podemos, con lo que ya es la evidente anécdota Garzón, no construye tejido político suficiente. El único logro del hiperliderazgo y de la anécdota es privar a la política española de una fuerza de izquierda, con voluntad de gobierno, capaz de influir en la orientación de la política española.

El CIS lo que viene a decirnos es que corremos el riesgo de un parlamento de gritones escasamente eficaz.

La izquierda real tiene poco tiempo para recuperar su espacio si es que lo tiene. Desaparecida en un mar de confluencia, con su espacio político anegado por soberbios desprecios y sin liderazgo solvente de ninguna clase, Izquierda Unida debiera dar un raudo golpe de timón y ofrecerse como fuerza útil a la ciudadanía.

La dureza de la desigualdad, de los ajustes que persistirán, del desempleo y la falta de oportunidades, la evidencia de un crecimiento económico con crisis social, reclaman que las banderas de la izquierda permanezcan gritando afanes de justicia, tratando de orientar la política económica española, prestando atención al problema del trabajo.

Que la izquierda haya abandonado el campo, que lo haya regalado sin más a nuevas emergencias sin programa, solo ha servido para desmovilizar electoralmente a la ciudadanía del cambio, mientras los juegos de hiperliderazgos dañaban a sus propios protagonistas.

Sugiere, también, el CIS que la ira no precede siempre a la razón. Quiero decir que el cabreo social no es suficiente para producir alternativa sino que esta debe basarse en certidumbre, programa y, probablemente, una movilización serena del electorado.

Una triplete de condiciones que las fuerzas del nuevo mercado político no están ofreciendo y que los gestores de Izquierda Unida decidieron abandonar hace tiempo.

Lo que dice el CIS es que la compulsiva búsqueda de un hueco no es suficiente. Lo que falta, amigas y amigos, es política.

La falta de fidelidad del electorado hacia los nuevos mercados políticos tiene que ver, probablemente, como ya he sugerido aquí, con la incertidumbre.

Cabe la tentación andaluza: esto es, echemos la culpa al pueblo que elige las cadenas. A lo mejor el pueblo quiere garantías, solvencia, izquierda y todas esas cosas a las que los castigados por el CIS parecen haber renunciado.

No me interesa el porvenir político de todo el mundo, para que mentirles, me interesa como ciudadana un instrumento de izquierda, influyente, orientador, con compromisos de gobierno. Una izquierda que no se despiste, en una palabra.

Libertad Martínez

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