Se ha equivocado Jorge Fernández. Como ministro y como responsable de Interior. Como destacado miembro del PP y como colaborador de Mariano Rajoy.
Le honra ser amigo de sus amigos, y le honra por tanto atender la llamada angustiada de Rodrigo Rato cuando unos desalmados amenazaron a un familiar muy directo. Pero el ministro estaba obligado a medir las consecuencias políticas de recibir en su despacho al exvicepresidente, hoy incurso en varios procedimientos judiciales que pueden acabar en nada, porque algunos se desinflan a medida que pasa el tiempo. Sin embargo, la reunión con Rato podía haberse preparado de otra manera, de forma que no dañara a Mariano Rajoy, al PP, al Gobierno y al propio ministro de Interior.
No se habría convertido en arma arrojadiza contra el Gobierno si el ministerio hubiera informado de ella desde el primer momento, contando a qué se debía. También habría sido más prudente que no se celebrara sólo entre el ministro y el exvicepresidente, para que hubiera testigos que salieran al paso de las interpretaciones malévolas que podían producirse y que se han producido. Ana Pastor, por ejemplo, desde el primer día dio instrucciones de que ningún alto cargo del ministerio, incluida ella misma, podía reunirse con empresarios relacionados con obra pública. Fernández Díaz no ha estado fino políticamente hablando, y la explicación de que el hecho de recibir a Rato en su despacho oficial, pasando el control y con su nombre en la lista de visitas, era la prueba de que no había nada que ocultar, no se tiene en pie. Porque lo ocultó hasta que lo publicó un medio de comunicación. Lo correcto, y lo inteligente, habría sido que informara del encuentro el ministerio, y con los motivos sobre la mesa.
Mariano Rajoy se está dejando la piel para tratar de que el PP gane las elecciones por la mayoría suficiente que le permita seguir en el Gobierno. Pero ese esfuerzo es baldío cuando se toman decisiones que quizá no tengan un gran calado político pero irritan a cualquiera que tenga dos dedos de frente, y que además son susceptibles de que la oposición las utilice a degüello contra el Gobierno. Como la dichosa embajada de Wert, o cómo haber realizado el encuentro con Rato sin una mínima reflexión previa.
Es verano, pero en el PP mantienen el seguimiento sobre la estimación de voto. Necesitan saber cómo respiran los españoles ante las iniciativas del Gobierno y , sobre todo, las de los partidos emergentes, que ahora no emergen tanto.
Esos informes apuntan a que ha crecido algo el PP en los últimos meses, pero está muy lejos de alcanzar los 150 escaños que consideran indispensables para soñar con la posibilidad de que PSOE y Podemos no sumen suficiente como para gobernar. De momento, el PP anda entre los 138 y los 139 escaños. Insuficientes para plantar cara a Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Por no hablar de que nada hay escrito sobre las intenciones de Albert Rivera, aunque hay dirigentes del PP –no Rajoy- que se expresan como si estuvieran seguros de que cuentan con el apoyo de Ciudadanos.
En el PSOE, no todo el mundo está conforme con la estrategia de Sánchez, pero como no se atreven a cargar excesivamente las tintas contra Pedro Sánchez, lo hacen sobre todo contra su número dos, César Luena. Aunque Luena se limita a cumplir los deseos, o las instrucciones, del secretario general. Cuando parecía que se había pacificado la relación con el PSC, Iceta marca distancias con Ferraz; el anuncio de Ferraz de que Cataluña debería tener un especial trato fiscal ha causado tanta incomodidad entre importantes miembros del partido que a Sánchez le ha faltado tiempo para recoger velas, y el caso Carmona no ha ayudado a templar los ánimos.
Por si no fuera suficientes problemas, los alcaldes y presidentes de Podemos -y afines- que gobiernan gracias al PSOE, escandalizan todos los días con sus medidas inconsistentes y demagógicas, y con la colocación de hermanos, sobrinos, cuñados, parejas y demás parientes. La suerte del PSOE es que cuando le vienen mal dadas el PP le regala munición para darle a Rajoy hasta en el carnet de identidad….
Pilar Cernuda