lunes, noviembre 25, 2024
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El coste de Rato

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El PP supone que la mayoría absoluta de la que disfruta, y abusa, su gobierno, se extiende a la lógica, venciéndola hacia sus intereses: dice que «da por zanjado» el asunto de la insólita reunión en sede ministerial entre Fernández y Rato. De nuevo, el PP se equivoca, pues las polémicas y los escándalos los zanja la opinión pública, entre la que actualmente no goza de mayoría ninguna, sus representantes legítimos en las instituciones, y, eventualmente, la Fiscalía y los Tribunales. Con ese error de apreciación se demuestra, si es que hace falta, que las mayorías absolutas no sólo son nefastas para la nación, pues la tentación totalitaria se torna irresistible en un país con escasa tradición democrática como el nuestro, sino para el que la usa, que pierde el sentido de la realidad.

El acogimiento en el despacho oficial del ministro del Interior, sin informar de ello, de un imputado en múltiples y graves causas judiciales abiertas, no es un «asunto zanjado»

El acogimiento en el despacho oficial del ministro del Interior, sin informar de ello, de un imputado en múltiples y graves causas judiciales abiertas, no es un «asunto zanjado». Las erráticas e inconsistentes explicaciones del anfitrión no han convencido a la opinión pública que podría zanjarlo, pues incluso dándolas por ciertas, cualquiera vería en el suceso un inaceptable y antidemocrático trato de favor. Otra cosa es, ciertamente, que el PP quiera zanjarlo, pero la aludida pérdida del sentido de la realidad que le aqueja no le faculta gran cosa para conseguirlo, pues no se le ocurre otro argumento que el clásico y gastado de acusar al acusador.

Ahora bien; entre las razones para censurar el hecho protagonizado por el ministro Fernández, que son muchas y variadas, queda un fleco que, pese a lo llamativamente feo que es, apenas se ha tomado en consideración: lo mucho que nos sigue costando Rato a los españoles. ¿Cuatro escoltas? ¿Tres? Los preferentistas de Caja Madrid y los accionistas de Bankia principalmente, doblemente, pero España en su conjunto, saben bien cuánto ha costado a la nación ese hombre al que el ministro Fernández ofreció su tiempo y su despacho (que es nuestro) por pura «ingenuidad».

Rafael Torres

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