Desde Teresa Fernández, asesinada el 12 de Enero en El Altet, hasta la muerte de Otilia Márquez en Armilla y Sandra García en Utrecht, han pasado siete meses. En ellos, según las cifras de feminicidio.net, se han producido 66 “feminicidios” y otros asesinatos cometidos por hombres, incluibles en el terreno de la violencia machista.
El Gobierno, para qué correr, solo tiene contabilizados 25 victimas mortales, teniendo en cuenta que, alguno de ellos, por ejemplo uno de los ocurridos en Cuenca la pasada semana, nunca será contabilizada como tal.
Esto es solo un cínico ejemplo de cómo, ante el pasmo de las mujeres, las instituciones miran para otro lado; la Policía se ve sobrepasada; los jueces son inútiles y las responsables de igualdad o de políticas antiviolencia se topan con una deleznable cultura social sobre el sexismo, la desigualdad y la violencia machista ante la que se guarda un escandaloso silencio.
Mientras el manoseo del sistema educativo ha sido escandaloso en esta legislatura, la educación para la igualdad, el respeto y la represión de la violencia machista ha retrocedido. No se trata solo de la ausencia de campañas institucionales, de formación o información; se trata de un aumento insultante y escandaloso de la tolerancia social hacia el sexismo y la violencia.
No basta decir no al asesinato. Debe decirse basta a todo lo que significa violencia.
Se permite, sin reproches, ni castigos institucionales, que representantes de la iglesia católica justifiquen actos contra las mujeres. Partidos políticos permiten a afiliados y afiliadas insultar a otras mujeres. Se permite, y tolera, que el abuso empiece en la escuela, los noviazgos y en edades cada vez más tempranas.
Cuando un hombre quema a una mujer, cuando la asesina a hachazos, solo resume una insultante tolerancia a la que debe decirse basta. No basta decir no al asesinato. Debe decirse basta a todo lo que significa violencia.
Se ha escrito por Lidia Fernández, en su blog (http://viramundeando.blogspot.com.es/) : “La violencia de género puede adquirir múltiples formas, desde aquellas que son sutiles como la invisibilización o los micromachismos hasta el asesinato, pasando por las humillaciones o las agresiones. No hay que minusvalorar ninguna, todas son manifestaciones de la violencia machista que sufren las mujeres por el mero hecho de serlo”.
La realidad es que, por ello, leemos diariamente anuncios machistas, los más jóvenes se entrenan en ciberjuegos absolutamente sexistas, hasta una concejala de la derecha malagueña (una tal Teresa Porras) ha declarado que las chicas van a las fiestas “con las bragas en la mano”.
Si; puede parecerles una exageración pero afirmo, y lo hago con rotundidad, que detrás de cada obispo que se comporta de forma homófoba o sexista; detrás de cada empresario que desprecia a las mujeres; detrás de políticos o políticas venales que se pronuncian de forma machista; detrás de los organizadores de fiestas intolerables o detrás de los diseñadores de tantos y tantos ciberjuegos, hay un cómplice de asesinato.
Afirmo que la ausencia de respuesta institucional al asesinato de mujeres, la permisividad con una cultura machista que, reconozcámoslo, forma parte de la marca España es una complicidad con la muerte de mujeres y niños.
Este verano de terrorismo contra las mujeres debe ser el final. Todo el mundo pide planes, estrategias, políticas, recursos y respuestas, formación e información, acciones que mejoren las acciones policiales y judiciales.
Pura palabrería en un contexto donde todas las instituciones han reducido los recursos para igualdad y contra la violencia de genero. El Congreso ha aprobado una declaración institucional sobre la cuestión. Pero la pregunta es: ¿Modificará los Presupuestos el Gobierno para aumentar los recursos contra desigualdad y violencia que llevan años recortando?
Estamos hartas de mujeres asesinadas y cabrones que se suicidan.
Estamos hartas de mujeres asesinadas e instituciones que callan.
Estamos hartas de mujeres asesinadas.
Libertad Martínez