En España hay cinco tipos de pensiones de naturaleza contributiva, de modo que el dinero no sale de Hacienda sino de la caja de la Seguridad Social. Pero como las cotizaciones sociales han dejado de ser suficientes para pagar las pensiones y el Fondo de Reserva se consume desde hace casi cuatro años, es menester dar con una solución. Al Gobierno de Mariano Rajoy se le ocurre tirar de los impuestos, al menos para pagar las pensiones de viudedad. La Oposición del PSOE prefiere mantener la naturaleza contributiva de todas las pensiones. El debate está servido.
Si el país no genera más riqueza y no aumentan los sueldos (y las cotizaciones), así como los impuestos, el Estado se viene abajo. Es otra de las consecuencias de la crisis en un país donde, por si fuese poco, la media de la presión fiscal es del 37%, nueve puntos menos que en el conjunto de la UE, donde es del 46% del PIB. España recauda menos para su Estado, que en consecuencia está peor dotado financieramente, al tiempo que es menos eficiente.
En buena lógica, el país debería debatir cómo crecer más pero como eso cuesta -habría que cambiar la fiscalidad, la educación y el modelo productivo-, el debate gira hacia lo más fácil: si falta dinero para las pensiones de viudedad se coge de la caja de Hacienda, con lo cual después faltará en esa caja.
Los problemas demográficos existen (baja natalidad, envejecimiento, relación entre cotizantes y pensión, etc.), pero como observa el catedrático de Hacienda Xaquín Álvarez Corbacho, la realidad también se explica por la reforma laboral, la desfiscalización y el fraude tributario.
Es alto el riesgo de devaluar las pensiones y de que sigan perdiendo poder adquisitivo. En la decisión no sólo influyen factores demográficos, ligados a una mayor esperanza de vida de los jubilados, sino también presupuestarios. La Seguridad Social se financia básicamente con las cuotas de quienes tienen trabajo, por lo que mientras España no recupere el empleo la tormenta sobre los pensionistas puede causar estragos.
José Luis Gómez