Mariano Rajoy vuelve esta semana al despacho, al Congreso de los Diputados -donde se apobarán los Presupuestos para 2016–, al mítin político, a las relaciones internacionales con una 'cumbre' con Merkel… Regresa el presidente a La Moncloa desde su Pontevedra natal para inaugurar el curso político más duro, apasionante, esperanzador y peligroso de cuantos este cronista recuerda desde los años setenta.
No se puede decir que todo hayan sido vacaciones en este agosto de Rajoy, aunque los 'cartoonist' le presenten siempre tumbado en el sofá. En este mes, ha admitido la posibilidad de reformar, en la próxima Legislatura, la Constitución. Y ha dado marcha atrás en la negativa a conceder prestaciones sanitarias a inmigrantes. Además, claro, de haberse dejado ver en imágenes inéditas destinadas sin duda a aproximarle a la ciudadanía, que anda tan distante de él, según dicen las encuestas.
Pero sospecho, quiero sospechar, que ha habido más actividad subterránea que la que hemos visto en la superficie en estas vacaciones políticas que ya declinan. Porque decir que Rajoy ha sido el que más ha aparecido de todos los dirigentes políticos, ya es decir, con lo poco que le gusta al presidente prodigarse ante cámaras, micros y transeúntes. Simplemente, no me cabe en la cabeza que, estando tan cerca ya el estallido de 'algo' en Cataluña, Sánchez, Rivera, Rajoy y hasta el desaparecido Iglesias -aunque Rajoy no se trata con el líder de Podemos, como se sabe–no hayan hablado de algo, de algún plan, de algún tipo de pacto para impedir el choque de trenes, o para restañar posteriormente los efectos de este choque.
Lo que ocurre es que, si ha habido telefonazos rojos estas semanas, nada ha trascendido y menos se ha notado. ¿Se va a iniciar ahora una escalada de declaraciones de empresarios, de intelectuales, de artistas, de líderes internacionales –¿Merkel? ¿Manuel Valls?- manifestándose contra los planes 'demenciales' de Artur Mas? Y recojo este término, 'demenciales', porque se lo escuché, en conversación altamente 'off the record', hace pocos días, a un muy conocido político catalán, que tuvo mucho papel en Convergencia y que reconoce que la independencia 'a la que Mas quiere conducir a su pueblo' va a concluir en desastre. Aunque, al tiempo, abriendo una nueva era esperanzadora 'si tras las elecciones del 27 de septiembre regresan la cordura y el sentido político para desembocar en un gran pacto'.
Como la independencia es impensable, habrá que negociar tras el 27-s, les guste o no a Mas y a Rajoy, que, por cierto, no son ya los negociadores más idóneos
O sea, que, como la independencia es impensable, habrá que negociar tras el 27-s, les guste o no a Mas y a Rajoy, que, por cierto, no son ya los negociadores más idóneos. Lo dicen, en privado, Pedro Sánchez, y Albert Rivera, que aseguran que con Rajoy no se puede pactar, aunque sí se pueda con el PP. Y Mas, por su parte, empieza a estar cuestionado incluso por los integrantes de su propia lista: ¿está capacitado alguien que ha generado tantas fobias, alguien tan escorado en su tozudez, tan mesiánico, para seguir presidiendo la Generalitat? Eso es algo que tendrán que decidir no solamente los electores catalanes, que las encuestas demostrarán en los próximos días que están hechos un lío, sino los propios compañeros de viaje de Mas, muy particularmente Junqueras y Esquerra.
Pues eso: que ya estamos entrado en un nuevo curso político que no va a ser un curso político cualquiera. Ahora, a partir de este mismo lunes, tiene que ocurrir de todo. O, al menos, deberían ocurrir muchas cosas, porque lo peor sería que no ocurriese nada.
Fernando Jáuregui