Todos los veranos al regresar de vacaciones pienso en lo que escribió el gran escritor Lawrence Durrell cuando en una ocasión a su regreso a Londres después de varios meses de viaje por Grecia, lo primero que hizo fue comprar el Times y se encontró en la primera página los mismos asuntos que habían ocupado la portada meses antes de su viaje.
Yo he estado un mes de vacaciones y los periódicos continúan con los mismos asuntos que cuando me marché: las elecciones catalanas del 27 de septiembre, con las consabidas y repetidas declaraciones de sus protagonistas, la hiperactividad de los líderes políticos, a excepción de Pablo Iglesias, que ya están de campaña para las elecciones generales aunque estas aún no hayan sido convocadas, el «pestazo» de los casos de corrupción, pero además de lo que sucede en casa, hay otra noticia, una noticia que desgraciadamente también se hace presente con más ahínco todos los veranos: la gran tragedia de los miles de personas que quieren entrar en Europa soñando con una vida mejor.
Tenemos una crisis humanitaria en las fronteras de la Unión Europea y las instituciones europeas están demostrando una inutilidad supina
El gobierno italiano viene reclamando ayuda por parte de la UE, lo mismo que hace Grecia. Tenemos una crisis humanitaria en las fronteras de la Unión Europea y las instituciones europeas están demostrando una inutilidad supina. No comprendo por qué los líderes europeos además de hacer declaraciones no hacen algo realmente efectivo para dar solución al problema.
Hay mafias que se están enriqueciendo a cuenta de quienes huyen de la guerra y la miseria. Pero al parecer la Unión Europea es incapaz de combatir a esas mafias que se dedican al tráfico de personas. Luego está la incapacidad manifesta para acoger a todas esas miles de personas que después de un viaje en el que se han jugado la vida, llegan a Europa y ven como las fronteras se les cierran.
No se puede permanecer impasible ante las imágenes que ofrecen las televisiones de niños aterrorizados, de mujeres embarazadas exhaustas, de jóvenes desesperados. Hay que hacer algo más que decir que hay que hacer algo, que es lo que vienen repitiendo los líderes europeos como si de un mantra se tratara.
Inglaterra, Francia, Holanda, Alemania, y otros países del norte, hasta ahora miraban con cierto desdén a los países del sur y se asombraban de que no supieran dar una respuesta al problema que supone la llegada de pateras o los intentos de traspasar las fronteras por parte de esas personas desesperadas que se juegan hasta su vida persiguiendo el sueño de una vida mejor.
España, Grecia, Italia, son las primeras puertas que se encuentran los emigrantes. Pero ahora los emigrantes han llegado hasta Calais y de repente franceses y británicos se dan cuenta de la dimensión del problema.
Es urgente que los dirigentes europeos dejen de lamentarse y de hacer brindis al sol y se pongan a buscar soluciones. La UE tiene que poner en marcha políticas eficaces y humanitarias para dar respuesta a esas miles de personas desesperadas que buscan un lugar entre nosotros. Y la respuesta no puede esperar a mañana.
Julia Navarro