Soy una periodista que tuvo el privilegio de vivir y contar la Transición. Por eso hoy hago lo imposible por retener las lágrimas sabiendo que uno de sus protagonistas se nos ha ido. Si echo la mirada atrás les puedo decir a los más jóvenes que Txiki Benegas fue un político clave, imprescindible, en aquel camino hacia la democracia.
Si echo la mirada atrás les puedo decir a los más jóvenes que Txiki Benegas fue un político clave, imprescindible, en aquel camino hacia la democracia.
Era una época en que políticos y periodistas remábamos en la misma dirección, y eso hizo que surgieran amistades que han perdurado a través de estas décadas.
De Txiki Benegas aprendí muchas cosas sobre la política, sobre todo sobre la historia y el laberinto vasco, durante aquellas charlas interminables y apasionadas en las que un grupo de jóvenes periodistas y jóvenes políticos nos reuníamos a comentar lo que estaba pasando.
Eran años en los que ETA mataba casi a diario. Años en los que se daban los primeros pasos hacia la democracia: la legalización de los partidos, las primeras elecciones, la elaboración de la Constitución…
Y allí estaba Txiki, haciendo historia sin saber que la estaba haciendo.
Sí, de él aprendí mucho de política pero también de valores. El valor del diálogo, la necesidad de escuchar al otro, la apuesta por el consenso, su convencimiento de que era posible una Euskadi donde cupiera todo el mundo lo que le llevaba a tender permanentemente la mano a los nacionalistas vascos. Txiki pudo ser Lendakari pero pensó que era mejor ceder el sitio al PNV, y la decisión fue suya, porque creía que eso era la mejor.
Socialista hasta la medula. Hombre de partido, leal a unos principios, siempre optimista, apostando por el futuro. Y discreto, exageradamente discreto. Nunca alardeó de nada y podía haberlo hecho.
¿Cómo era? Pues inteligente, reflexivo, valiente, con sentido del humor (¡cuantas risas compartidas!) prudente, y humilde, sobre todo humilde.
Los periodistas no debemos tener amigos entre los políticos pero Txiki fue amigo de algunos periodistas, pero amigo de verdad.
Dejó su huella durante la elaboración de la Constitución, de la misma manera que en el Estatuto, y trabajo, silenciosamente, sin alharacas ni ponerse medallas, durante todos sus años de actividad política por lograr el final de la violencia, porque Euskadi viviera en paz.
Muchos de sus sueños, de las batallas que dio se han hecho realidad y ha podido ver y disfrutar de Euskadi en paz.
Se ha ido uno de los políticos más relevantes de la Transición. Un hombre que deja sobre todo amigos en todos los sitios, incluso en los bancos de sus adversarios políticos.
No se puede contar la Transición sin él. Y su papel, se lo aseguro fue mucho más importante de lo muchos creen saber. Txiki merece un homenaje no solo de sus compañeros del Partido Socialista de Euskadi.
Descansa en paz y que la tierra te sea leve, amigo.
Julia Navarro