Cuando te proclamas campeón en la lucha contra la corrupción, como hizo el molt honorable president de la Generalitat hace dos días, tienes que estar muy seguro de poder sustentar este título. En la Cataluña de los Pujol, de los Prenafeta, de los Filip Puig -que ahí sigue–, de los Maciá Alavedra, de Sumarroca… y de Mas padre, entre otros muchos nombres posibles; en esa Cataluña en la que la clase política, la convergente de manera muy especial, está viciada hasta el tuétano, presumir de encabezar la lucha contra la corrupción es siempre un riesgo. Sí, hablo de esa Cataluña de las comisiones del tres por ciento -cinco por ciento, según Josep Lluis Carod, el hombre que mandó en Esquerra a cambio de la concesión de obra pública, de los viajes de furgonetas llenas de billetes a Andorra, del césped del Camp Nou colocado por la floristería de la señora Ferrusola. ¿Quieren más? Porque hay más, mucho más. A más a más, Mas, hombre, por Dios, ¿cómo te atreves? ¿Cómo se atreve el cabeza de la lista 'transversal' de Mas, el tal Romeva, a decir que hay que ser «implacables» en la lucha contra la corrupción, cuando siempre se han negado a ver la que tienen en casa, fiándose de la 'benignidad' de algunos jueces locales?
Cuando pones en riesgo la estructura del Estado, tienes que prever que el Estado se defienda con todas sus armas, incluyendo entre ellas la información que obra el poder de la Fiscalía, o en el de las fuerzas de Seguridad, o en el de los servicios de Inteligencia. Bien que lo comprobó Pujol, que, acorralado, tuvo que confesar lo menos para eludir lo más. Ahora, no basta con decir, como dicen los responsables de CDC, que esta operación policial contra las sedes de Convergencia es una maniobra ante las elecciones; puede que lo sea, salva siempre la independencia del poder judicial, que no es poco salvar. Pero ¿y qué? ¿Desmiente ello que se cobraban comisiones por cada obra autorizada? ¿Anula eso los viajes a Andorra, los chantajes, las grabaciones ilegales, la defraudación a Hacienda? ¿Cree el presidente de la Generalitat que de veras puede alardear de limpieza y honradez, por sí y por todos sus compañeros, sin que nos quedemos con la impresión de que, definitivamente, nos toma por tontos, a los catalanes y al resto de los españoles?
Mas ha jugado con fuego, y el largo y no siempre benigno brazo del Estado lo ha abrasado. Ahora puede que llegue otra parte de la ofensiva: por ejemplo, las posibles declaraciones contra la independencia catalana de mandatarios europeos, quién sabe si encabezados por Angela Merkel, con quien Rajoy se entrevistará el lunes. Declaraciones que demuestren que el señor Jordi Sánchez, el presidente de la muy independentista Assemblea Nacional Catalana, tenía razón cuando, antes de que le obligaran a desmentirse, reconocía que, al menos al comienzo, una Cataluña independiente se situaría fuera de Europa y del euro.
¿Justifica una imposible independencia de Cataluña tanto dislate, tanto riesgo, tanta mentira? En menudo lío se ha metido el molt honorable que, la próxima semana, tiene que ir a la comisión permanente del disuelto Parlament para explicar, 'a posteriori' claro, por qué ha disuelto el Parlament para convocar elecciones que son una trampa. Ahora, Mas tendrá que explicar otras cosas ante esa comisión; por ejemplo, cómo es posible que no se hubiese enterado de nada acerca de la enorme trama corrupta que el oficialismo catalán tenía montada desde hace demasiados años, cuarenta, al menos desde Banca Catalana. Pujol nunca creyó que tendría que comparecer ante el Legislativo catalán para detallar sus corruptelas, por decir lo menos. Y tampoco lo esperaba don Artur Mas, que el próximo martes tendrá que pasar, por sí o por sus compañeros, pero por sí el primero, por un trago semejante. No sabe el molt honorable que la historia tiende a repetirse, y que no sirve culpar a 'Madrid' de todos los males, porque algunos males (y bienes) puede que vengan de Madrid, pero la mayoría son 'made in Convergencia'. Al tiempo.
Fernando Jáuregui