domingo, septiembre 22, 2024
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Gareth Bale hace por primera vez el amor a una niña

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En el minuto 47, después de que hubiera pasado casi todo, Karim vio a Bale entre los árboles. En otro tiempo estaba extraviado, sólo un partido atrás, recuerden; Bale patinando con esa suficiencia que da la buena alimentación en los dominios de la media punta, deshaciendo la diagonal de cristiano pero más suave,  parabólica, para toda la familia. Y sin mucho éxito por lo visto, demasiado british para tanto perro tobillo andalusía. Pero quizás. Quizás las cosas cambien a pesar de lo que diga la vieja y su mal de ojo, la única esperanza para el que se rasca la espalda contra la pared como destino final del día. Bale es muy grande y la ley en la mediapunta es que debe esconderse detrás del piano, o hacerse pequeño según avanza la jugada, o mirar eternamente para otro lado como hacen algunas mujeres fatales. Su toque no hizo que ella se levantara (oh, mi dulce amor), tampoco fue una descarga secreta con esa retención que pone en silencio al Bernabéu. No. Bale, lleno de gente, miró nervioso hacia los lados, dio unos pasos de baile aprendidos donde benzemá y se la devolvió  al centro del campo con la jugada intacta. Hubo una triangulación y el galés corrió hacia donde debía. Instinto o táctica, volvió a descargar, esta vez a un toque hacia Danilo y por ahí apareció lujurioso James con su pierna izquierda cargada de malas intenciones. Bale en el pico del área derecha. Esa habitación se la construyó Anchelotti, y fue donde hizo fortuna el primer año. Reduciendo las posibilidades, el galés mejora, sólo hay pared centro, o pared y vuelta hacia lo profundo del área y su disparo con rosca. Pero hoy como apuntó el viejo Mercutio, Bale atendiendo al todo y al detalle, no cayó en la trampa (el fuera de juego) con un meneo hacia atrás.  Fulminó la escena con una combinación instantánea y su primer paso indefendible. Fue un centro con la derecha al sitio donde pasan las cosas. Karim, nueve juguetón que sólo remata cuando es él quien comienza la jugada, marcó un gol que sonó como el descorrer de las cortinas en el amanecer de la función.

Benítez ya tiene su parte en la obra, y ha dejado claro que nadie será más importante que Bale. Un partido el del galés, más sutil que aquel de Gijón, con 20 minutos donde todo quedó a medias. Menos intervenciones, menos obvias, más túneles excavados y largo tiempo sin tocar el balón, tensionándose para vestirse en su otra piel. Esa que perdió en los últimos 6 meses de Anchelotti por culpa de una neurosis mal canalizada por Cristiano y el Benabéu.

 (Castilla es es inmune al psicoanálisis y a las palabras de amor)

Esa piel es la del depredador. Un felino curioso, no autosuficiente, no exactamente territorial, menos narcisita que la media en su género, lo que a veces le llega a un terreno cercano a la extinción. El otro gato grande no tiene problemas con acabar con toda su prole para saciar su hambre. Son las cosas de la naturaleza. Nada se puede hacer. Parece que Benítez quiere aprovechar esa cualidad o limitación, según se mire, para construir un Madrid articulado, rítimico sin que eso atrofie al segundo de los cazadores solitarios. En el principio del partido, con un ritmo semejante al de la segunda temporada de mouriño, el balón le llegó a James, que dio los tres pasos de salsa para acomodarse al cuerpo de la pelota. Bale, llegó al área con el soplo de Benítez en el cogote y marcó el gol asintiendo con la cabeza. Fue una confirmación. Todo lo que hizo a partir de ahí, fue metal pesado.

Más allá del núcleo del encuentro, al galés le llegó una pelota dejada de espuela por Casemiro. A mil kilómetros de la portería, con un horizonte sin despejar. Sólo Messi saca tajada ahí. El control es perfecto (y gareth confunde a veces control orientado con pelota a casa dios), las tres zancadas gigantes en diagonal, lo sacan del mapa de los contrarios y lo dejan sólo ante su destino predilecto. El zapatazo devastador que lo aleja de todo mal. Vuelo raso y entra el balón como en los cuentos, dañando el poste por dentro y ese golpe sanador le arranca una sonrisa amplia que es recibida con júbilo por la afición.

Cristiano se tuvo que apartar según avanzaba el galés, y fue la única cara de palo en el estadio. No marcó. Tuvo dos muy claras. Jugó convenientemente bien, pero no le regaló nada al macho que le pisa el terreno. Faltan unos días para que acabe de recolocarse el empeine. Sus esfuerzos son más cortos y vuelve a llevarse bien con su nuevo cuerpo, más lento, pero todavía con aceleración en espacios reducidos. Si logra vencer su recelo de patriarca, puede saturar cualquier defensa con su diálogo con Bale. En caso contrario asistiremos a una fiesta despiadada que puede dañar el artilugio de Benítez (como en su guerra con higuaín), arrastrando al equipo a un paisaje sin final, que es su ansia del gol.

El resto del encuentro fueron algo más que detalles. Una presión inconcluso por la falta de interés de Ronaldo y la anarquía de Marcelo (nunca fui a la escuela, mami). El Betis que entra con cierta facilidad por ese lado y crea esa falsa impresión –que se da tanto contra el madrid- de estar jugándole de tú a la bestia, y llevarse en contra un saco de goles. Sevilla sólo tiene odio en su mitad nacionalista, y eso es cosa del nervión. El Betis es Andalucía pura, y el sur es madridista por estética, grandeza y delirio español. No hay maldad en lo verdiblanco y en el Bernabéu eso se paga. Centrales de plastilina y buenas combinaciones. Keylor está tomando poso en la portería justo antes de que se le abra la puerta de salida. Uno de los absurdos del madrid de florentino: precioso, despótico e irracional. Le quitó a un bético un dulce del pie y pareció que le quitaban un frame a la jugada. Visto en la repetición los reflejos del costarricense no son humanos. Paró un penalti en la segunda parte, convertido ya su cuerpo en materia secante. Mandó en su área como un señor y ya nadie mira hacia atrás con ira.

Con Isco vuelve la tragicomedia. Salió con cuatro goles en el marcador dispuesto a plantar batalla a su destino. Recuperó un par de balones que desaparecían por los márgenes y filtró un pase que Ronaldo estrelló contra su ansiedad. Luego sacó su espada de juguete y garabateó un rato sobre la arena.

 La memoria del partido la puso James. Un golpeo desde una esquina, una curva erótica y la pelota que lame el palo por dentro y entra disparada en la portería. James, tan sencillo en medio del espacio más complejo que puede haber en el fútbol. Los tres cuartos, el sitio donde los indecisos mueren de insolación, donde isco vuelve más complejo lo que ya era imposible. James con la pelota al pie son todas las soluciones. James suspirando detrás de la jugada, es la táctica que Benítez ha marcado (taponar las cuitas de marcelo en la derecha en la primera mitad). James yendo y viniendo sin que la cámara se de cuenta, es un jugador que rehace los agujeros en la red que los movimientos disparatados de la BBC (hoy muy ajustados al guión), producen. En fin, James en el área es la precisión de un delantero centro. Una chilena que dejó boquiabiertos a los niños, como única forma de acabar con un lío monumental.

Luego salió Casemiro a pegar a la gente y el espectáculo fue completo. En el minuto 89 Bale dejó el campo ardiendo y la gente se fue a casa patas arriba. Nada más, por ahora.

REAL MADRID, 5-BETIS, 0

Real Madrid: Keylor Navas; Danilo, Varane, Sergio Ramos, Marcelo; Kroos (Casemiro, m.64), Modric (Kovacic, m.75), James; Bale, Cristiano Ronaldo y Benzema (Isco, m.53). No utilizados: Casilla, Pepe, Carvajal y Jesé.

Betis: Adán; Piccini, Pezzella, Bruno, Molinero (Jorge Molina, m.46); Xavi Torres, N'Diaye (Petros, m.81), Cejudo, Vargas; Dani Ceballos (Digard, m.52) y Rubén Castro. No utilizados: Giménez, Portillo, Rennella y Westermann.

Goles: 1-0. M.2. Bale. 2-0. M.39: James. 3-0. M.47. Benzema. 4-0. M.49. James. 5-0. M.89. Bale. 

Árbitro: A.José Hernández Hernández. Amonestó a Kroos, Varane, Vargas y Molinero.

83.000 espectadores en el Santiago Carmena Bernabéu.

Ángel del Riego

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