El resultado de las elecciones municipales y autonómicas ha dado lugar a que aunque el PP haya ganado en muchos ayuntamientos y comunidades, al no tener mayoría absoluta otras fuerzas políticas hayan pactado para gobernar. Buena parte de esas nuevas mayorías se han configurado en torno al PSOE. Hasta aquí todo normal. Pero de repente los ciudadanos empezamos a ver con cierta preocupación que en algunos lugares el PSOE ha pactado con fuerzas políticas cuyos programas y postulados nada tienen que ver con las que siempre han sido las señas de identidad de los socialistas. Ojo, no me refiero a Podemos. Es lógico que la formación de Pablo Iglesias y el PSOE puedan llegar a acuerdos para gobernar. Me refiero a algunas fuerzas «nacionalistas» de nuevo cuño.
Por ejemplo, las declaraciones del Consell de Mallorca, Miquel Ensenyat, dirigente de la coalición nacionalista Més con la que gobierna el PSOE, defendiendo la independencia de las Baleares, hace que muchos nos preguntemos si con tal de gobernar hay que pagar cualquier precio.
La cuestión de fondo es si un partido que se dice socialdemócrata debe de aliarse con alguien que tiene unas ideas identitarias y por tanto insolidarias
No basta con el PSOE se muestre contrariado por las declaraciones de su socio, ni que haya dirigentes, como el presidente de Extremadura, Fernández Vara, que responda con dureza a Miquel Enseyat que dijo que mientras que los niños extremeños van con tablets al colegio los de Baleares van con las «pinturitas» de hace 30 años. La cuestión de fondo es si un partido que se dice socialdemócrata debe de aliarse con alguien que tiene unas ideas identitarias y por tanto insolidarias.
Otro ejemplo, el de Compromis. Estos días estamos viendo cómo muchos alcaldes de esta formación están retirando la enseña nacional de los ayuntamientos y además a alguno de sus dirigentes se le ha ocurrido que tienen que modificar el himno de la Comunidad porque en el actual hay un párrafo que se refiere a España.
No, no vale todo con tal de gobernar. A veces es más digno quedarse en la oposición que aliarse con cualquiera. Es más, los socialistas deberían de haber aprendido la lección de lo que ha supuesto para ellos haber formado parte del tristemente célebre «tripartito» que gobernó Cataluña cuyos resultados fueron un desastre.
Una de las virtudes del PSOE precisamente es que ha sido capaz de entenderse con los partidos nacionalistas, lo ha hecho con el PNV y ha gobernado con este partido, y el resultado fue satisfactorio para los ciudadanos. PSOE y PNV son partidos centenarios que se conocen bien. Además, los socialistas vascos han sido capaces de mantener su propia identidad sin sumirse en la de los nacionalistas vascos. Cada uno ha estado en su sitio. De manera que el problema no es gobernar con partidos nacionalistas sino cuando el PSOE pierde su propia identidad sumiéndose en la de otros, que es lo que le ha pasado en Cataluña y lo que le puede pasar en algunas comunidades y ayuntamientos con los que ahora gobierna con formaciones nacionalistas más preocupadas en aspectos identitarios que en abordar los problemas reales de los ciudadanos.
Los dirigentes del PSOE deberían reflexionar sobre los nuevos pactos con esas fuerzas nuevas nacionalistas y sobre todo sacar conclusiones para el futuro inmediato.
Julia Navarro