Ya está. Era inevitable: tras agosto acontece septiembre. Y aquí hemos llegado. El mes de las elecciones catalanas, el de la precampaña de las Generales, el de las unidades populares, popularísimas, pero por provincias.
Solo pido que todo sea bajo en tonterías; por prescripción médica, no crean. Pido cosas sencillas, por ejemplo, que Alcampel en la Llitera aragonesa no aparezca en un mapa catalán; que a la derecha no se le ocurra la suspensión de la autonomía catalana o la expulsión de “los otros catalanes”.
Pido que entre las ocurrencias preelectorales no figure algún regalo de última hora a los amiguetes o que en la subasta de ideas no aparezcan esas cosas que nunca se cumplen como no pagar deudas o tontear con el euro.
No estaría de más que los de la unidad popular, popularísima, eso si por provincias como manda el patrón de Podemos, nos ahorraran los largos discursos liquidadores que siempre animan a los tránsfugas.
No estaría de más que quienes mandan no se embosquen en las candidaturas. Si alguien se cree que Romeva la pinta es que no conoce ni Catalunya ni a los mil coaligados en cada colla. Hasta el patrón de Podemos se ha refugiado en la estructura realmente existente de una fuerza del derecho a decidir, a pesar de los retorcidos esfuerzos de Errejón por apartar de él tal cáliz.
Vivimos tiempos donde gente de izquierdas aúpa a gente de derechas; vemos personas de izquierda que reclaman que quienes de izquierda se llaman rompan sus pactos soberanistas; vemos a quienes se llaman de izquierda pedir a las otras izquierdas que abandonen el campo del tibio soberanismo. Y así nada será lo que parece.
Aspiro a sencillos debates que no culpen a los extremeños de robar a Catalunya pero me expliquen como el cuarto PIB de España acaba séptimo por culpa de los precios. Aspiro a que Romeva me explique la política de Más. Aspiro a un debate sobre articulación territorial,si, pero no a decretos plebiscitarios.
Quisiera saber si vamos de renta básica universal o si vamos a comprar los sectores estratégicos de la economía
Me gustaría, que la unidad popular popularísima aclarara, de una vez, el programa. Quisiera saber si vamos de renta básica universal o si vamos a comprar los sectores estratégicos de la economía.
Saber si, por contrario, ya nos hemos pasado al ingreso mínimo vital de Pedro Sánchez (propuesta de IU de antes de que a Garzón se le apareciera San Pablo). Conocer, si acaso, si vamos de deuda ilegítima y no pagar o que impuestos subimos. Me gustaría saber si afirmamos que la democracia no es suficiente para resolver los problemas, como asegura Garzón, o votar nos ayuda, aunque no ganemos.
En fin, querría conocer si queremos un cambio sereno y movilizador que genera mayoría o resulta que, menos los profetas, todos y todas pertenecemos a la fila de los traidores y a los que nos tiemblan las piernas.
Querría saber si Ciudadanos persiste en su rancio derechismo, en bajar los salarios en las empresas para dar subsidios a los hijos e hijas de las clases medias que trabajan y olvidarse de los parados y paradas.
Querría saber, que quieren que les diga, antes de que se inicie la subasta, si hay izquierda o solo postureo ¿Hay izquierda que quiera gobernar?
La cosa, me parece a mi, es que necesitamos un programa bajo en tonterías: esto es, que ayude a la gente y no la confunda; utilice los recursos de que disponemos y no fabule; constituya una red de apoyo mientras llega el paraíso y cree empleo de calidad en sectores menos volátiles y con más productividad que los servicios.
La derecha va a lo suyo. A la defensa explícita del capitalismo de amiguetes; a la campaña absurda del miedo; a la radicalidad extrema del que busca desesperadamente que el rio no le anegue. A castigar a la ciudadanía.
SI los demás quieren gobernar, abandonen el despiste, bajen el nivel de tontería de sus propuestas y atrévanse a gobernar, atrevámonos.
Libertad Martínez