miércoles, noviembre 27, 2024
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La respuesta que nadie quiere dar

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No termino de entender la polémica suscitada por la más que inoportuna decisión del Gobierno de reforzar al Tribunal Constitucional asumir unas responsabilidades que ya estas descritas en el 155 de la Constitución y que tiene el propio Gobierno. No entiendo ni por qué lo ha hecho el Ejecutivo ni por qué buena parte de la oposición se ha puesto de uñas. En realidad lo que no entiendo es para qué va a servir nada de esto. No entro en la polémica de unos y de otros pero no es de recibo ese ejercicio de filibusterismo que intenta el PP asegurando una y otra vez que la cosa no va dirigida al sueño imperial de Artur Mas. Es algo que nadie se cree y que sería mucho mejor admitir: pues sí, va por la deriva irresponsable de Mas y punto.

Pero mi preocupación no es la iniciativa en sí misma sino el tinglado que se monta y que no va más que a aumentar el desencuentro creado por la Generalidad. Nada de lo que pretende el PP ahora con urgencia no está ya contemplado en varios artículos de la Constitución; el problema es del que nadie quiere hablar.

Imaginemos que ya sea el TC o el propio Gobierno -da igual- quien suspenda a Mas tras la hipotética declaración unilateral de independencia. Mas recibe la comunicación de que empaquete sus cosas y abandone el despacho; pero claro, como ya ha hecho en más de una ocasión, se esconde en su identificación falsa de que Cataluña es él, y no empaqueta ni los bolígrafos; ni él ni ningún miembro de su Gobierno. ¿Qué se hace entonces? Esa es la respuesta que todos quieren pasar por alto, la que nadie quiere dar. Ya está demostrado que frente a sentencias firmes ni la Generalidad ni muchos ayuntamientos de Cataluña han tenido el menor deseo de obedecer. Les llegan las sentencias y son papel mojado. Insisto, ¿entonces qué? Pues ya se sabe aunque nadie quiera ni plantearse la respuesta. Pero cuando un tribunal sentencia en firme son las fuerzas del orden las encargadas del resto. ¿Se manda una pareja de la Guardia Civil al despacho del presidente catalán? ¿Se manda a unos Mossos? Resulta un poco de Berlanga.

Yo sería totalmente partidario de no mover un solo dedo, como si la cosa no fuera conmigo. Hay elecciones para la comunidad las llamen ellos como las llamen; imaginemos que las ganan; imaginemos que muy solemnemente declaran de una forma unilateral la independencia. Y el resto del país a lo suyo con la mayor tranquilidad.

Con un agravante: que llegado ese momento -si llega- todos los independentistas harían piña frente a la sede del Gobierno catalán, con lo cual, lo de la pareja de la benemérita, no iba a tener mucha posibilidades. Y vuelvo a preguntar ¿Qué se hace entonces? Prefiero no seguir imaginando porque todo el mundo sabe a lo que me refiero y me asusta.

Por eso, pese a que muchos acusan a Rajoy de inacción en todo este tema -inacción estrepitosamente emborronada por esta última e inútil iniciativa- yo sería totalmente partidario de no mover un solo dedo, como si la cosa no fuera conmigo. Hay elecciones para la comunidad las llamen ellos como las llamen; imaginemos que las ganan; imaginemos que muy solemnemente declaran de una forma unilateral la independencia. Y el resto del país a lo suyo con la mayor tranquilidad. ¿Qué pasaría? Ninguna nación seria les iba a reconocer, el BCE no aceptaría una moneda que no fuera el euro de todos, difícilmente la empresas dejarían de exportar -por su bien y el de todos los catalanes- al resto de España y Europa; el AVE a Barcelona y el puente aéreo tendría que seguir funcionando a no ser que quisieran quedarse aislados del mundo. ¿Qué más podría pasar? Es que una declaración unilateral de independencia es algo tan absolutamente ridículo en Europa que resulta imposible que pase más allá del gesto.

Es imposible tomarse en serio una institución que afirma oficialmente que sólo cumplirá las leyes del Estado Español que considere justas. O pones cara de pena por la cantidad de catalanes con sentido común o directamente mandas a los GEOS. Yo prefiero la cara de pena. Lo otro sería retroceder cien años.

Andrés Aberasturi

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