martes, noviembre 26, 2024
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El derecho de «Los otros»

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Nosotros somos un pueblo; ellos y ellas, no. Somos una sociedad civilizada; ellos y ellas, no. Somos personas; ellos y ellas, no; somos ciudadanos y ciudadanas, ellos y ellas no tienen esta condición: son “los otros” (en este caso sin género, porque ellas son invisibles).

Nosotros y nosotras, pueblo civilizado, faltaría más, tenemos gobiernos, diplomáticos, hasta representantes que tocan las narices, dependiendo de su agenda cierto. si falta hace. Ellos y ellas, los otros, no tienen quien les represente.

Vienen de estados fallidos, huyendo de sátrapas sanguinarios que gobiernan, de políticos venales, de señores de la guerra, de impresentables militantes de más impresentables teologías: ni un partido, ni un estado, ni un medio de comunicación se ocupa de ellos y ellas. No pasa nada: son los otros.

Y resulta dramático y cínico que, especialmente algunos que alguna vez fuimos de los “otros”, no mostremos empatía

Y resulta dramático y cínico que, especialmente algunos que alguna vez fuimos de los “otros”, no mostremos empatía. Españoles y españolas lo fuimos en el exilio del 39; lo fuimos en la emigración económica de los sesenta; incluso la emigración rural de la década del desarrollo convirtió a centenares de miles de españoles en “otros” que, a veces, tardaron más de una década en integrarse.

Es hipócrita, además de cínico, que muchos y muchas de los que hoy declaran ciudades, barrios y hasta casas de acogida, reclamaran la guerra, con apoyo de la ONU o sin ella,  como salida a la resistencia Libia, Siria, o de cualquier otra parte, a las llamadas primavera árabes.

Deberían reconocer, para que su propuesta adquiera valor ético, que tal propuesta ha convertido hoy en ingobernable la situación. Resolver la crisis humanitaria es una prioridad; pero el gran reto es resolver el hambre y la guerra.

Resolver la crisis humanitaria reclama de la civilizadísima Europa desembarazarse  de la derecha extrema, esa que quiere convertir Calais en un muro, y de la extrema derecha que ha querido convertir la Estación de Budapest en un campo de concentración.

Reclama que Europa ponga en valor la universalidad de los derechos humanos, la ciudadanía y, muy espacialmente, que se haga política, con mayúscula, de la generosa, solidaria, de la que ayuda a la gente.

Se haga política, con mayúscula, de la generosa, solidaria, de la que ayuda a la gente

En este contexto de necesidad ética y política, el comportamiento social, el de los pueblos, ha superado, una vez más al de sus gobiernos.  

Hablar de derechos  no es compatible con lo que esta ocurriendo en Turquía o en las islas griegas pero, menos aún, con las estaciones húngaras que nos han recordado las páginas más oscuras de nuestra historia contemporánea. Europeos y Europeas nos habíamos prometido un “nunca más” que llevamos demasiado tiempo ignorando en Hungría.

En ese mismo contexto, las reticencias españolas, de nuestro gobierno, que no de nuestras ciudades y sociedad, a la acogida resulta tan insultante como irresponsable.

El Gobierno español no pretende otra cosa que usar la crisis humanitaria para enviar señales de alarma a la sociedad, a los que han sido siempre reticentes a “los otros”, a mucha gente que sufre la crisis y que puede sentirse amenazada por la diversidad o la inseguridad.

Ser reticente a recibir a 15.000 refugiados e inmigranteses un escándalo ético y político. Una indecencia que solo pone de relieve que la agenda política española tiene dos necesidades: hacer política de verdad, de alcance y, desde luego, afirmar positivamente que “los otros” no existen: existen los ciudadanos y ciudadanas, con su origen, su diversidad y su cultura.

Sin  política y sin ciudadanía solo hay una cosa: miedo. Y el miedo solo nos empobrece. Acoger inmigrantes y refugiados es nuestro imperativo democrático. El deber de Europa y España es garantizar seguridad, orden, vida a quien lo pide, especialmente a hombres, mujeres, hijos e hijas asustados, desorientados y hambrientos. Que España dude, produce vergüenza.

Libertad Martínez

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