Durante este fin de semana, sea correcto, por favor, y no nuble esta sensación de pertenecer a un seráfico club bondadoso, ejemplar, llamado Unión Europea. No se le ocurra hablar de que su nuera se queja de que no le dan plaza a los niños en el colegio de al lado, porque los emigrantes trabajan en negro en el servicio doméstico y, al demostrar menos ingresos, tienen preferencia. No caiga en la tentación de advertir que esta admisión de presuntos refugiados, tan escasamente selectiva, puede haber ayudado a infiltrar terroristas islámicos, y que el efecto llamada podría atraer a cientos de miles de nuevos aspirantes a refugiados. Piense, pero no lo diga, que en la guerra de los Balcanes, cruel y terrible, apenas hubo refugiados, y eso que no tenían que cruzar el Mediterráneo, y se encontraban a una hora de automóvil de cualquier ciudad europea que estaba en paz. Sea correcto, por favor, cállese, y no se convierta en el aguafiestas de esta sensación colectiva de ser buenos y caritativos, y olvide que en la Francia que recreó la libertad, la igualdad y la fraternidad, la extrema derecha de Marine Le Pen acumula, no el voto de los ricos, sino casi la mitad del voto de los obreros, porque el barrio en el que viven parece, no un barrio de Marrakesh, sino un barrio de Damasco.
Olvide que en la Francia que recreó la libertad, la igualdad y la fraternidad, la extrema derecha de Marine Le Pen acumula, no el voto de los ricos, sino casi la mitad del voto de los obreros
Evite que el amigo de toda la vida, en la cena de esta noche o del sábado, le acuse de pensar como los fachas por traer a colación que en los servicios de consulta médica, a donde acudió usted hace poco, no vio apenas aborígenes. Y, sobre todo, no sea tan cicatero y tan miserable como para recordar que las ayudas a los refugiados que prometen y van aplicar con tanto entusiasmo nuestros políticos proceden de nuestros impuestos que apenas bajan.
Sea correcto, por favor, y haga un pacto consigo mismo para no expresar que si los refugiados son una consecuencia de una guerra injusta habrá que ir a esa guerra, para acabar con la rabia matando al perro, porque le acusarán de violento. Y cállese. Usted es tan egoísta como sus amigos, pero ellos, este fin de semana, no lo saben.
Luis del Val