domingo, septiembre 22, 2024
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Un país en marcha

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Los campos alegres se nos dan bien. Y hay sol. Eso le quita inquina al partido.

En los márgenes de la Cataluña íntima, vive la única España a la que no le han quitado nada. Llegaron de fuera, se juntaron en torno a una plaza y un negocio, hicieron virtud de la gran charla nacional y la subieron a una categoría metafísica: el diálogo. Un trozo de esa gente sin identidad herida estaba en las gradas. Algunos animaban al espanyol, con ese nombre sin ñ, suavizado de patria, como si fuera el eco de una nación antigua, soñada, que no llegó a cuajar. Otros eran madridistas. Familias enteras dispuestas a la felicidad, sin agravio ni resabio ninguno, sonreían al juego del madrid de una forma imposible de ver en el Bernabéu. Allí se les habría llamado al orden.

¿Y estos de qué se ríen?. Que guarden sus energías para otro momento. Por poca cosa se ponen contentos. Eso es impropio de madridistas. Las explosiones de alegría están contadas y tienen un valor moral. No me llames amor, que luego no sé si me quieres de verdad.

Hay sol pero viene con un trozo de sombra. Marcelo se vuelve loco con eso, salta de lado en lado y pierde el balón en la salida. El partido comenzó dicharachero, con el Español presionando alto y muchos centrales ocupando todo el sitio. Apenas el madrid podía sacar el balón y en el minuto dos un negro gigantesco se puso en movimiento, arrastró todos los muebles que se iba encontrando hasta llegar al área y disparar torcido. Caicedo se llamaba el hombre y recordará ese momento toda su vida. Más allá de la ortopedia de Benítez, ese armazón institucional que se le pide a los señores como él para que los artistas hagan su trabajo sin interrupciones, el madrid lo organiza modric con la mirada y su aleteo constante. Los verdiblancos tenían ímpetu y se acercaban mucho al área del madrid, acantilado muy peligroso desde donde los defensas merengues otean en la distancia a modric y los velocistas. Casemiro repartía panes y devolvía paredes por la parte izquierda y Modric, dio dos pasos hacia atrás y se hizo vértice de todas las jugadas. Siempre hay un lugar para los centrocampistas listos donde no llegan los rivales, y a Luka le vale con encontrar un saloncito de un metro cuadrado con vistas a Bale, con línea directa con Karim, con Cristiano tan lejos y tan cerca.

La pelota está en Casemiro y Modric ya mira a uno y otro lado. Pide la pelota. Le dan la pelota y antes de que la roce, Karim y Gareth comienzan a huir, uno hacia el croata, otro hacia el espacio. Cristiano muy abierto, rompe la zaga y todo es pradera. El primero de los pases de Luka lo desaprovechó Bale por un control fantasma que no llegó a darse. El siguiente ataque del espanyol es algo más tímido, como si la presencia de ánimo del principio fuera fingida. Se repite como un automatismo Modric en el vértice y la melaza en la mediapunta. Allí están todos. Isco, Bale, Karim, Marcelo distrayendo y ochocientos figurantes blanquiazules. Mucho viento entre los centrales y Cristiano que vuelve a encontrar un hueco con todas las cámaras encima de él, siguiéndole. El balón le llega desde la mente de lukita, controla y la cruza al hueco, con profesionalidad, sin estética, sin amague ni violencia. Todo eso quedó atrás. La ética de Ronaldo es la del delantero centro. Da igual su lugar en el campo.

Hay partidos sinuosos en los que no hay una forma clara de hacer las cosas. Hay otros que son como una pesadilla, todo sale al revés, los jugadores propios caminan hacia atrás y los ajenos vuelan tobogán abajo contra la portería. Hay partidos en los que el rival se deja querer, recula sin convicción y los chicos se divierten sin gasto energético, como el primer acto de las comedias románticas. Y hay partidos en los que el ataque toma una forma muy determinada, empujado a la fuerza por un contrario que emplea una idea equivocada, o destartalada en su desarrollo. El espanyol quiso apretar al madrid contra su área con soldados de mentiras; quiso que el partido se jugara en cuarenta metros, algo que no es posible contra la BBC y Modric. El uno  convierte un ascensor en un salón de baile, y los otros dominan los espacios a la espalda de la defensa como John Wayne dominaba los horizontes de Monument Valley. El movimiento BBC sístole-diástole en la primera temporada de Anchelotti, se ha convertido en una ecuación menos lasciva pero más coordinada. Hay continuidad en Karim, que con las defensas cerradas, en estático, sigue haciendo de pivote y repartiendo cartas hacia atrás. Los movimientos de Cristiano eran y siguen siendo de una finura indescifrable. Ahora se asocia menos por dentro, aunque es pronto para convertir ese rasgo en un estilo. Se abre mucho al lugar donde no esté Karim cuando Bale toma a la carrera el control de la mediapunta. Va auscultando los espacios vacíos entre los defensas para colarse. 

El que cambia el cuadro final es Bale. Su diagonal cada vez coge más cuerpo, más sentido y parece que sigue el rastro de aquella herida con la que Ronaldo sajaba a los equipos en dos. Con demasiada gente alrededor, cuando está de espaldas, la diagonal le sirve para limpiar de contrarios la media punta. Ahí su eficacia es relativa. En el segundo gol del madrid, tuvimos un ejemplo muy claro y pedagógico de lo que significa ser Gareth Bale en un carril de una sola velocidad. Comienza lejísimos del área una carrera con el balón en los pies que en otro jugador cualquiera no significaría nada. Los contrarios corren despavoridos hacia atrás y ya todo son espacios. La jugada se transparenta y eso es lo que necesita el galés. Claridad en los principios, brevedad en la articulación (si no, se ofusca) y brutalidad en los finales. Gareth le da un pase a Karim -que había caído a banda-, exacto y con la tensión justa (algo que isco no acaba de encontrar) y karim hace la pausa, medio segundo no más, en los que el galés se cuela entre los defensores a la velocidad del pensamiento. En el área se repiten patrones universales. El galés se adelanta al defensor, pillado a contrapié, y es penalty sin discusión, que lo marca Cristiano para alborozo de los inocentes.

La gran cuestión, que la BBC tenga espacios para operar su cirugía, la ha resuelto por el momento Benítez atrasando a Modric y convirtiendo la mediapunta en un lugar de paso, de diagonales mitológicas, no de combinaciones de juguete. Los ataques son fulgurantes y la jugada viene ya pensada de atrás. James o Karim que han deglutido el balón antes de que les llegue y tienen la pausa en su mismo gesto de ataque, no tienen problemas con la nueva orden. Isco sí. De hecho apenas se tuvo noticia de él en el partido, lo cual quizás debería ser buena señal para otro tipo de centrocampista, pero no  en su caso. En el tercer gol, con el espanyol deslavazado, llenó con su trotecillo camp la pantalla de la tele y parecía que había vuelto el Anchelottismo más decadente. En realidad fue solo el contraste con la velocidad, porque la solución fue la justa. Caracoleo y amague, la defensa que se va rompiendo y Bale que recibe solo y dispuesto. Centra con primor y por allí aparece Cristiano. Remata con el filo de su obsesión y es el tercer gol madridista.

Hubo un cuarto gol que nació de la mente de Benítez. Bale recibe en el semicírculo y en el mismo movimiento se da la vuelta (¿el año pasado lo hizo alguna vez?), vuelve a correr feliz en su diagonal recién estrenada. Nadie le entra, porque nadie le llega. Cristiano le dibuja el desmarque y Gareth  mete uno de esos pases interiores que sanan a quien lo toca. Ronaldo no dispara, la cruza por el sitio justo del área (línea de tensión entre el portero y los defensas) y Karim, al otro lado, la empuja y es la pequeña felicidad de Septiembre, cuando todo es nuevo y los títulos están tan lejos que no caben en la imaginación.

Hubo un quinto y hubo un sexto gol, todos de Ronaldo que sigue siendo en el área lo visible y lo invisible. Depende del ángulo y de la camiseta que lo mire. Un misterio y cinco goles. Pero fue la herida luminosa que Bale está dejando sobre el campo lo que el madridista pensará antes de acostarse. Ese sueño. Darse la vuelta, correr hacia la chica y sortear los obstáculos hasta llegar al beso.

Viva Cataluña.

Espanyol, 0 – Real Madrid, 6
Espanyol: Pau López; Arbilla, Álvaro, Ciani (Cañas, m. 45), Duarte; Víctor Sánchez (Jordán, m. 64), Javi López (Montañés, m. 45), Víctor Álvarez, Salva Sevilla; Caicedo y Gerard Moreno. No utilizados: Bardi; Fuentes, Raillo y Mamadou.
Real Madrid: Keylor Navas; Carvajal, Pepe, Sergio Ramos (Varane, m. 73), Marcelo; Casemiro, Modric (Kovacic, m. 55), Isco; Gareth Bale, Benzema (Lucas Vázquez, m. 62) y Cristiano. No utilizados: Kiko Casilla; Kroos, Arbeloa y Jesé.

Goles: 0-1. M. 6. Cristiano. 0-2. M. 16. Cristiano. 0-3. M. 19. Cristiano. 0-4. M. 27. Benzema. 0-5. M. 61. Cristiano. 0-6. M. 80. Cristiano.
Árbitro: Vicandi Garrido amonestó a Álvaro, Benzema, Cañas y Kovacic.
Power8 Stadium. 32.155 excelentes personas.

Ángel del Riego

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