viernes, septiembre 27, 2024
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Improvisaciones tardías

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Con la experiencia que uno va acumulando debería haberse acostumbrado ya a ver y oír casi de todo. Sin embargo, a lo que no acaba de acostumbrarse uno es al sabor de boca que deja ver al presidente de su país hacer el ridículo, por mucho que sea de un partido rival. Y en los últimos días Mariano Rajoy lo ha hecho. Y mucho.

Que el presidente del Gobierno se implique en la presentación de una campaña contra el maltrato machista debería ser motivo de orgullo: esta debería ser una política de Estado, una prioridad indiscutida e indiscutible para cualquier Gobierno. Pero que ese presidente sea Rajoy es motivo de indignación.

A tres meses de las elecciones Rajoy ha descubierto que la violencia machista “es un drama que nos afecta en los más hondo y que no podemos tolerar”. El problema son los 45 meses anteriores de su gobierno, el olvido a que ha sometido a las mujeres víctimas de la violencia machista, los recortes presupuestarios para combatir esta lacra, el combate contra las políticas de igualdad de género, el ataque desaforado a lo largo de toda la legislatura contra la libertad de las mujeres a decidir sobre su propia maternidad.  

La igualdad, una idea incómoda para la derecha española, ya sea igualdad entre mujeres y hombres, ya sea igualdad en derechos de ciudadanía como el matrimonio entre personas del mismo sexo, ley peleada y finalmente hecha realidad por luchadores como Pedro Zerolo, tristemente fallecido hace poco más de tres meses.

¿Cómo se compadece recortar los presupuestos para políticas de igualdad en un 37% o los de prevención de la violencia de género en un 17% con declaraciones como esa? ¿Dónde estaba la tolerancia cero pregonada al meter la tijera a partidas tan sensibles? ¿Dónde, señor presidente?

Sí, ya sabemos dónde: en las mofas de su partido al Ministerio de Igual-da, ahí exactamente.

La igualdad, una idea incómoda para la derecha española, ya sea igualdad entre mujeres y hombres, ya sea igualdad en derechos de ciudadanía como el matrimonio entre personas del mismo sexo, ley peleada y finalmente hecha realidad por luchadores como Pedro Zerolo, tristemente fallecido hace poco más de tres meses.

La misma indignación que al ver la foto de Rajoy en la sede del 016 sentí al leer las dudas expresadas por Javier Maroto sobre si el presidente del Gobierno acudiría o no a su boda. No por las dudas del vicesecretario general del Partido Popular, obviamente, sino por imaginarme a Mariano Rajoy en una ceremonia de reconocimiento de derechos y de celebración de la igualdad que ha combatido sin descanso desde que en 2005 presentó su recurso ante el Tribunal Constitucional contra el matrimonio entre personas del mismo sexo. Todo un papelón para quien lleva diez años tratando de impedir algo que decía Javier Maroto, que en el año 2015 sea “natural que lo que es normal en la calle, sea normal en la ley”.

¿Y qué decir de su conversión ante el drama de los refugiados que sacude Europa? De poner zancadillas a la propuesta inicial de la Comisión Europea para asumir la cuota de refugiados que se le solicitaba, Rajoy pretende ahora, visita a Merkel mediante, ponerse al frente del movimiento surgido a favor de la acogida a los refugiados.

Igualmente, me pregunto dónde estaba esa disposición, esa solidaridad, esa humanidad, cuando aprobó las devoluciones en caliente en la frontera de Ceuta y Melilla, cuando retiró la atención sanitaria a los inmigrantes, cuándo regateó la propuesta inicial de la Comisión de acoger en España a 5.800 personas -5.800 en un país de 45 millones-, cuándo apoyó la designación como candidato en Cataluña al del lema Limpiando Badalona…

Y hablando de Cataluña, y en Cataluña, hemos tenido que escuchar al presidente apelando al respeto, al diálogo, a la moderación. Lejos de cualquier comprensión hacia la irresponsable deriva de Mas, sobre la que he escrito aquí largo y tendido, también me pregunto bajo qué candados tenía guardadas Rajoy en su cabeza ideas tan nobles cuando decidió impulsar el boicot a los productos catalanes, incendiar las calles con sus mesas contra el Estatut, al presentar su recurso ante el Tribunal Constitucional o al impulsar la última y vergonzosa reforma de este último.

Diálogo, moderación, respeto. Tres ideas, tres principios, que no se improvisan y que Rajoy no ha practicado. Y parece no haberse dado cuenta de que se le ha hecho más que tarde para empezar a practicarlos.

José Blanco

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