Esa sensación de contraataque continuo, sobrevoló los 20 primeros minutos del Madrid en el Bernabéu. Fue la corriente de Bale, que lleva tres partidos surfeando una ola de granito, manejado por hilos cada vez más invisibles y haciendo que Cristiano se aparte y abreve en los campos asolados por el Galés. La pradera boca abajo y después del fallo, una presión deshilvanada. Los contrarios dibujan por los laterales ataques que se quedan muy cerca de las puertas de Keylor. Nadie parece preocupado.
El Bernabéu se convierte en templo inmaculado cuando suena la música de la Champions. No es difícil llegar al área del Madrid, pero allí los movimientos se ralentizan y el diálogo del futbolista con su propio cuerpo se obstruye. Se ha visto muchas veces. De repente, los delanteros rivales parece que salen de un largo letargo y sus movimientos, lentos, sin esperanza ni convicción, son leídos con facilidad por los centrales, que sacan el balón con elegancia y muchos metros para lucirse. Cuando disparan, parece que estén aprendiendo a chutar y mientras levantan su mirada a los acantilados, ya Ramos ha conectado con Modric y es la jugada siguiente, con tres caballos abalanzándose contra la propia madre.
Isco roza la bola sin comerse la sopa y eso es gran noticia. Genera espacio y tiempo para Bale, que domina la jugada sin poder evitarlo. Los movimientos de Cristiano son cada vez más bastos, metalizados en el gesto y más perfectos en el fondo. Ha perdido el portugués la impronta de los artistas que tuvo por algún tiempo. La fusión entre la forma y el fondo. Al jugador que mejor se ha desplazado de la historia, se le transparentan las correas y se traslada movido por una voluntad inquebrantable, que constrasta con la naturalidad de Bale y Karim. Antes del gol, un gol bobo hecho de los nervios del portero y la flema de Benzemá, el Madrid había tenido una ocasión cada dos minutos, como dictan los poderes supremos, que al poco, hicieron presencia en el partido aplastando al equipo menor y con nombre impronunciable por el español, que sabe masticar las ilusiones, pero nunca los abecedarios ajenos.
En la frontera de Europa siempre hay una guerra. Es necesario para mantener la tensión dentro del recinto amurallado. En el fútbol está la canalización de los instintos y la ley. El niño se convierte en jugador sabiendo lo que no debe hacer. No tocar la pelota con la mano. No agredir abiertamente al contrario. No confraternizar con el enemigo. Aprende también que la violencia y el amor deben concentrarse en su relación con la pelota. Una contención que se acaba convirtiendo en gesto. El juego es una representación mínima de todo lo existente.
Una vez interiorizadas las pautas, llega el momento en el que el fútbol se hace espectáculo en el medio de la plaza pública. Hace falta una ley externa, un reglamento, y un juez que lo aplique. Lucescu estaba demasiado abrigado para el relente fino que hacía en Madrid. Su gesto era irónico. Sabía el tipo de despiece que le correspondía a su equipo.
La primera jornada de la Champions. Cada año se refunda Europa, y Europa está construida alrededor de la ley. El extranjero debe mirar y quedarse paralizado. Fingir destreza y acatar la norma. En el minuto 49 el juez expulsó a un jugador ucraniano. Poco después pitó un penalti que no fue, asustado por los brazos abiertos de Cristiano. Así llegó una goleada que fue un aviso para inocentes. Los ucranianos pusieron pocas objeciones, al fin y al cabo, vienen de una guerra y las pequeñas trampas de los países civilizados, les saben a gloria.
Lucescu preparó a su equipo para estar donde no estaba el Madrid. Una presión alta e inservible (igual que la madridista) y líneas muy desdibujadas para obstruir la gran zona intermedia del Real. Parecía que todo era una gran *entre líneas*, y la BBC se movía rodeada de contrarios a los que no rozaban ni con el pensamiento. Isco llegaba con una carretilla llena de balones y comenzaba la jugada. Modric y Kroos no jugaron en el mismo compás, pero esa falta de ritmo la compensaba el malagueño saludando al respetable por la izquierda y poniendo la pelota en los sitios del daño de una forma obvia, pero efectiva. Cristiano hizo pasos de baile en el área y le dejó una pelota suave a Karim, que amagó con la cintura y una vez abierta la casa, pensó de más, como algunos opositores delante del jurado, y mandó el tiro al tercer anfiteatro.
La presión del Madrid está capada porque Ronaldo está exento desde niño y Bale tiene los colmillos de juguete. No ayudan los movimientos tan exuberantes de los cuatro de arriba que los suele estacionar en lugares pintorescos cuando pierden el balón. Queda entonces el repliegue y, un 442 pintado al de Ancelotti con los laterales dejando todo un mundo de ilusión y fantasía a sus espaldas. De todas formas, los contrarios llegan, sí, y dan una buena impresión a sus familiares que los ven en la tele, sí, pero los centrales están muy seguros de su crueldad y la jugada ni siquiera queda en susto. Un balón merodeando el área y la posterior resaca que suele acabar en ocasión para los blancos.
Llegó el gol tonto precedido de la lesión de Bale (un señuelo, sin duda), y la relajación posterior del Madrid, la fiesta del público y la entrada de Kovacic, que hizo ley los deseos ocultos de Benítez. Un auténtico 442 plantado como una mula en medio del camino, ni para adelante, ni para atrás. Y Alarcón (Isco, Isco), abalanzándose encima de la pelota para desactivar completamente el partido.
Y lo consiguió
Una segunda parte de chufla y esperpento en la que sólo conviene hablar de los detalles. Pases interiores muy lejanos de Marcelo, que no pisa la línea de fondo, pero a cambio tiene libertad para ejercer de centrocampista cerrado. Los mediapuntas hacen de extremos y los laterales de interiores. Eso lo pone la pizarra y se nota.
Cristiano y su trascendencia para tirar las faltas es como los chistes de Tip y Coll. Enormidades absurdas que nadie sabe que hacen ahí, y mueven a la risa más por obcecación que por auténtica gracia. Los comentarios de Guti a favor de la libertad. Libertad para los mediapuntas. Libertad para las ballenas. Libertad para Isco, que juegue donde se sienta mejor. Libertad para las divorciadas. Libertad para Karim, otro hermano suyo amagando en el salón. Libertad para todos, pero cuando Guti rindió como un hombre fue con Capello y Del bosque, que lo ataron a un árbol y le condujeron como a un niño.
El nuevo yugoslavo se gusta con el balón y atraviesa zonas muy amplias. Los demás lo miran un poco incrédulos, pero lucha los rechaces y acaba provocando ocasiones de gol. Tiene el gesto amanerado del futbolista con clase. Se anuncia una estrella o un accidente ferroviario. Cristiano convierte en chatarra una obra de arte de Karim. Eso es muy contemporáneo, y Ronaldo, debería estar en el Moma junto con los controles de Bale y la mierda envasada de las últimas temporadas de Casillas. Más Isco, mudito chanante que se hace querer. Y Cristiano, que sin los penaltis sería como la Preysler sin las portadas del '¡Hola!'.
O algo así
Real Madrid, 4;Shakhtar, 0
Real Madrid: Navas; Carvajal; Varane (Pepe, m. 46), Sergio Ramos (Nacho m. 59), Marcelo; Modric, Kroos; Isco, Bale (Kovacic m. 31), Ronaldo; Benzema. No utilizados: Casilla, Casemiro, Cheryshev, Jesé.
Shakhtar: Pyatov; Srna, Kucher, Rakitskiy, Azevedo; Stepanenko, Fred; Marlos (Kovalenko m. 74), Teixeira, Taison (Malyshev m. 67); Gladkiy (Bernard m. 82). No utilizados: Kanibolotskiym, Ordets, Dentinho, Eduardo.
Goles: 1-0 M. 30. Benzema. 2-0 M. 55. Ronaldo de penalti. 3-0 M. 63. Ronaldo de penalti. 4-0 M. 81. Ronaldo.
Árbitro: Ivan Bebek. Amonestó a Kucher, Srna y Malyshev. Expulsó a Stepanenko.
Santiago Bernabéu. Unos 80.000 espectadores.
Ángel del Riego