No ha faltado nadie. Desde Camerón a Obama han puesto su granito de arena para recodar que España es y debe seguir siendo una nación unida. Expertos en derecho comunitario, economistas, empresarios… No ha faltado nadie y a estas alturas ya está todo dicho. No tiene mucho sentido en insistir en lo obvio, entre otras razones porque quienes no han querido escuchar siguen sin querer hacerlo. No quieren oír, pero no es esto lo más grave. Lo más grave, lo que no tiene arreglo es que muchos de los que proponen la independencia de Cataluña haciendo ver que, fuera de España, va a ser poco menos que un país de ensueño, lo saben. Y lo saben porque entre ellos hay gentes muy bien formadas, muy leídas y muy viajadas, pero todo es secundario ante el gran objetivo, ante el sueño que, al parecer, suscita una ilusión nunca antes vista.
Desde Camerón a Obama han puesto su granito de arena para recodar que España es y debe seguir siendo una nación unida
Cuando en el País Vasco se vivió la efervescencia independentista de la mano de Ibarretxe y Arzalluz, también se hablaba de ilusión, se obviaban los perversos efectos secundarios de la misma y Xabier Arzalluz, para tranquilizar a los no nacionalistas, dijo aquello de que viviríamos «como alemanes en Mallorca». De todos es sabido que a los alemanes en Mallorca nunca les ha pegado un tiro una organización terrorista como ETA, que tienen letreros en alemán en todas las tiendas y demás servicios, vamos, que los alemanes en Mallorca vivían muchísimo mejor que los no nacionalistas en el País Vasco. Los que hemos vivido todo aquello, llegamos a pensar que entrábamos en un túnel sin salida. El ambiente era espero, muy espeso. Se vivía como un antes y un después. Ibarretxe, que optó por las vías legales, vino al Congreso y su propuesta quedó derrotada, pero el debate siguió vivo.
Siguió vivo hasta que el PNV perdió las elecciones y aunque a Urkullu, en la noche electoral se le recibió al grito de «independentzia», el hoy lehendakari había tomado buena nota. No repetiría los errores de sus mayores. Entendió que el nacionalismo está en el poder o es un partido más.
Y al nacionalismo, como a cualquier familia ideológica, le interesa el poder. Y optó por la moderación a la hora de hablar de nuevo status y es esa moderación la que hace que todos los sondeos indiquen que el PNV ha reanudado una senda de perpetuo poder. Para llegar aquí, antes tuvieron que perder y aunque en el País Vasco hay independentistas, el independentismo forma parte del paisaje sin mayores dramatismos.
Veremos que ocurre el 27, pero a día de hoy deberían estar claras algunas cosas.
El independentismo hace y hará oídos sordos a cualquier clase de crítica, advertencia o sugerencia.
El nacionalismo solo se modera cuando pierde
Para sobrevivir como nacionalismo, el secreto está en dejar el futuro abierto. Nunca se acaba el camino, nunca nada es suficiente. La historia demuestra que cualquier negociación, que sin duda hay que mantener siempre, es siempre para que el que se sienta al otro lado de la mesa de algo. Nunca a la inversa.
Ibarretxe decía que era necesario hablar «hasta el amanecer». No, es necesario hablar todos los días de todos los años, pero sabiendo de qué y para qué. No creo que haya un solo español que se oponga frontalmente a un estado federal –ya estamos en él aunque no lo sepamos–, sin embargo está por ver que los nacionalismos históricos estén dispuestos a ello. El secreto esta en la «diferencia».
Hay diferencias que no dañan la convivencia, que no generan fosos ente unos y otros, pero el día 27 se va a hablar de otra cosa. No se trata de la diferencia, sino de una hipotética despedida que nunca se va a producir.
Una pregunta final, ¿es más grave, más urgente, resolver la «comodidad» de los independentistas catalanes que la situación de tres millones de parados?. ¿Nos tiene que agobiar más el independentismo catalán que los cientos de miles de españoles que aun con la mejoría económica continúan viviendo el día a día con extrema dificultad?.
Charo Zarzalejos