martes, noviembre 26, 2024
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Una hoja de ruta quizá no tan utópica

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Puede que ni las advertencias de Obama, ni las de Merkel, ni las de la UE en conjunto, asegurando que Cataluña independiente saldría de la UE, consigan dar el vuelco a los pronósticos que nos mostrarán este fin de semana las sacrosantas encuestas. Puede que tampoco lo consigan las voces cautelosas de empresarios, banqueros e inversores internacionales. Si no lo han conseguido las mentiras del equipo de Artur Mas, ni sus incongruencias políticas, ni el tres por ciento de 'mordida', ni el pésimo ejemplo de la familia Pujol, que era como una especie de familia real en versión catalana, ¿por qué lo iba a conseguir el mundo mundial? Y, sin embargo, quiero creer que la espoleta que hará estallar los cimientos de la independencia ya está colocada. Y, sea cual sea el resultado en las urnas el domingo 27, las promesas de llevar a Cataluña a la separación del resto de España volarán por los aires. Y todos, empezando desde luego por quienes hicieron creer a sus conciudadanos en que lograrían lo imposible, pagarán el precio. Usted y yo también tendremos que pagar algo, desde luego. Empezando por algo tan duro como reconocer que no es lo mismo la autonomía catalana que la de mi querida Cantabria, por poner un solo ejemplo entre otros diecisiete posibles.

Y, sin embargo, quiero creer que la espoleta que hará estallar los cimientos de la independencia ya está colocada

Creo saber que ya, como decía Gila en sus monólogos chistosos, alguien está hablando con alguien. Ni en las guerras más cruentas se corta del todo el contacto entre los enemigos: siempre hay alguien al teléfono. Alguien que comunica a alguien que 'el 28 tendremos que sentarnos a hablar', opinión a la que el interlocutor accede: qué remedio que sentarse a hablar el 28, tras el veredicto electoral. Pero habrá que hablar con imaginación, con flexibilidad, con generosidad, hasta con afecto. Y no estoy seguro de que Rajoy y, sobre todo, ese Artur Mss que ha inoculado el odio 'a Madrit' entre sus paisanos, puedan sentarse el uno frente al otro y reconstruir los puentes arrasados por los errores, los desprecios, los complejos, la soberbia y la mala uva, que de eso tampoco ha faltado.

Sí, porque en la hoja de ruta que quizá acabe en un entendimiento para hacer de una vez la maldita consulta -llámelo referéndum- dentro de un plazo razonable, hay que comenzar por una autocrítica acerca de las equivocaciones que las dos partes han cometido. Los tripartitos trileros de Zapatero, los silencios desdeñosos de Rajoy, los errores de los 'estrategas de Moncloa' –¿sabe usted que para hacer la reciente reforma del Tribunal Constitucional ni siquiera se consultó al presidente de esta institución?–, el mesianismo, las corruptelas, la prepotencia de Mas, son todos factores que han pesado sobre la mesa para llegar al choque de trenes.

El segundo paso consistiría, creen algunos, en abrir un período para una consulta acerca de si los catalanes quieren o no la independencia. Habría que hacerla con ciertas condiciones, naturalmente: una participación popular superior al setenta por ciento y un porcentaje de votos afirmativos a la independencia que obligue a pensar en que, efectivamente, una inmensa mayoría de los catalanes opta por esta vía. Será la hora de las mayorías silenciosas. Y, claro, este referéndum no se podría celebrar sin haber agotado otras vías reformistas, tanto en la Constitución –¿qué hay de esa idea de Miguel Herrero y Durán i Lleida de introducir una disposición adicional al texto constitucional?- como en el sistema de financiación autonómico, de manera que muchos catalanes que temen la independencia, pero creen en eso de que 'Madrid nos roba', se convenzan de que esto último no es así, que España es, y puede seguir siendo, esa nación 'fuerte y unida' que decía Obama, ese país por el que transitar sea lo más parecido a 'andar por el cielo', como dijo, a su llegada a Getafe, un refugiado sirio que no había encontrado en otros países europeos el mismo calor que aquí se le brindaba.

¿Por qué no? ¿Por qué va a ser utópica esta especie de 'hoja de ruta' -hay otras posibles, claro- cuando lo verdaderamente utópico, y bien que los saben los Mas, los Romeva, los Junqueras, es que Cataluña llegue a separarse de esta España que la necesita y a la que necesita? Sería un pésimo negocio, y ni el seny catalán ni el sentido común que a veces mostramos todos los demás españoles lo podrían permitir. Al día 28 de este mismo mes, y jornadas subsiguientes, me remito.

Fernando Jáuregui

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