AL LORO
Lo cuenta alguien que anda todo el día de viaje por Europa y que mantiene relaciones estrechas con personalidades de la política –incluso de los gobiernos-, la economía y la intelectualidad de los países más influyentes de la UE: a esa gente relevante le importa poco, por no decir nada, lo que ocurre en Cataluña. Lo que les preocupa es que Podemos pueda llegar al poder.
No inquieta la posible proclamación de independencia porque Rajoy les ha convencido de que va a hacer cumplir la ley y por tanto esa independencia de Cataluña no se va a producir. Por otra parte esa gente relevante confía en el sentido común del Psoe, que tampoco apoyará la independencia. Pedro Sánchez es aún poco conocido en las sedes gubernamentales y en las cancillerías, pero en cambio en esas sedes y cancillerías conocen muy bien a la vieja guardia socialistas, y están seguros de que el partido de Felipe González y Javier Solana no va a permitir la ruptura de España. Pero con Podemos, piensan, todo es posible, y ponen como ejemplo lo ocurrido en Grecia, con un Tsipras que ha llevado al país al desastre y ha tenido que rectificar después de llevar a los griegos al precipicio.
Aquí sin embargo, en este tramo último de campaña, parece que lo que más importa a los catalanes no es que puedan proclamar república independizada de España, sino que dejen de pertenecer a la Unión Europea.
Alsina metió a Rajoy en un jardín del que el presidente parecía no saber salir con el asunto de que la Constitución recoge que un español no pierde su nacionalidad a no ser que él mismo renuncie a ella. En el entorno del presidente están que trinan con el periodista por abrir ese melón, pero el problema no está en el mensajero, sino en quien no sabía responder a su pregunta.
Faltó tiempo para que en Moncloa y Génova recurrieran a un constitucionalista que les diera argumentos con los que explicar que además de la Constitución están el Código Civil y los Tratados europeos, y que los españoles pierden su nacionalidad cuando aceptan otra de un país con el que no existen convenios de doble nacionalidad, que desde luego España nunca firmaría con una Cataluña independiente. Pero lo más chocante del asunto es el cabreo monumental que han pillado los independentistas cuando se les ha sugerido que si pierden la nacionalidad española dejan de ser ciudadanos de la UE. Chocante porque han empezado a reivindicar su derecho a mantener la nacionalidad española.¿En qué quedamos? Quieren independizarse –dicen- pero pretenden seguir siendo españoles. Tras escuchar algunas declaraciones de estos últimos días, incomprensibles, ilógicas, disparatadas, contradictorias con lo que defienden, se comprende que sean tantos los catalanes que siguen de cerca la trastienda de la campaña que aseguran que en Junts pel Sí se masca la tragedia.
O más que la tragedia, se masca que en cuando se celebren las elecciones se visualizarán las rivalidades internas, los celos y las luchas por el poder. Y la aparente cordialidad saltará por los aires. Se hacen apuestas respecto al futuro de Artur Mas. Si Junts y CUP no suman mayoría absoluta, tardará un minuto en ser enviado definitivamente a casa. Pero si la suman, entrarán en juego otros intereses y un número relevante de parlamentarios de ERC buscará compañeros en otras listas para poner a otra persona en la presidencia de la Generalitat. Con la promesa de que no harán la prometida proclama independentista sino que tratarán de negociar con el gobierno central unas cuotas de poder y de competencias que callarán la boca a los independentistas más “enragés”.
Eso cuentan por allá, por la Barcelona política y económica, donde se advierte de lejos que el nivel de entusiasmo hacia Artur Mas es perfectamente descriptible: mínimo.
Ya no se pueden publicar encuestas, pero haberlas haylas, como las meigas. Más que encuestas, trackings, sondeos constantes que permiten estudiar cómo evoluciona el voto. Con sorpresas. Que se cumplan, se sabrá el domingo.
Pilar Cernuda