miércoles, noviembre 27, 2024
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27-S, el día del seny, y de más cosas

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El domingo 27 de septiembre está marcado en rojo en todos los calendarios. ¡Hombre claro!, dirá usted. Es que es domingo, y los domingos salen en rojo en los almanaques, el resto en negro. No sólo es domingo y 27, es mucho más. Para empezar es San Bonfilio de Fara, San Cayo de Milán y Santa Hiltrudis de Liesse. También este domingo habrá una guerra horrible en Siria, muchas más en África de las que culposamente no hablamos, en Volkswagen (el coche del pueblo, literalmente) habrá más que palabras, y así un largo etcétera que recogerán las agencias de prensa en su clásica noticia titulada “Previsiones”. Y pasarán más aún en el ámbito privado de cada cual. Quiere esto decir que, sí, las elecciones autonómicas catalanas habrá que ponerlas en su sitio. Lejos del ombligo del mundo.

Cataluña y sus opciones. Cataluña, en una histeria electoral que la ha pintado irreconocible para un servidor. La Cataluña del seny (por cierto, se pronuncia “sein”), la Cataluña de la inteligencia y la practicidad, convertida en un sainete de pasiones desatadas y, permítaseme, horteras.  En medio del marasmo mundial, la correlación de santos y demás aconteceres privados, ganas dan de mirar a otro lado, si no fuera porque hablamos de algo que nos toca la víscera.

Cataluña parece, vista desde aquí, un poco enferma de desamor. La desatención del Gobierno Rajoy a todo lo que no sea el BOE ha acrecentado esa sensación de malqueridos. Lo que pasa es que, a base de sobreactuaciones y groserías, el resto de este país que alguno aún llamamos España empieza a sentirse muy malquerido por Cataluña. A la que nada malo hemos hecho, que se sepa, del mismo modo que tampoco se ha hecho con Zamora, por poner un ejemplo recio.

Lo que más chirría en este pujante y gritón repunte del independentismo es el cariz excluyente. Uno, cuando tiene una finca feraz, mejor que la del vecino, lo primero que hace es colocar una valla (sin concertina, pero anti “asaltaprados”) para que no se le cuelen. Uno, que siempre ha sido buen mozo, se apunta al colectivo de los varones de raza caucásica, y con eso va bien parado. Si tuviera una virtud por encima de la media, ya me ocuparía de propagar en el mercado aquello de: “varón caucásico, no; varón caucásico de noreste de la Península Ibérica, que ya se sabe que tenemos los ojos más celestes que los demás”. La búsqueda de la diferenciación oculta siempre un comparativo con sensación de superioridad.

Si una parte de la población que vive en Cataluña se quiere separar del resto de España es porque creen que son mejores o les va a ir mejor. Y ahí sí está uno convencido de que juega el arraigado sentido práctico que todos atribuimos a la esencia del ser catalán. Y me perdonarán el tópico. Más que nada, porque en todo caso será el último de todos los que se están oyendo y utilizando para marcar distancias con el resto de España. Y eso huele a insolidarios y a complejo de superioridad, y no mola nada.

Miren, los andaluces no son vagos (o sí), los castellanos no son austeros (o sí), los madrileños chulos (uno que yo me sé, sí), los gallegos indeterminados (Rajoy juega en contra de la tesis), o los vascos… mejor no digo nada de los vascos, que me tienen cogida la medida. Es difícil atribuir una característica tópica a la gente, más que nada porque mi madre era del sur y mi padre del norte, aunque realmente sus padres (mis abuelos) eran del Maestrazgo. O sea, un país diverso. La maravillosa mezcla de rezas que es España.

España no es corrupta, en la misma medida que lo pueda ser, o no, Cataluña. Y, si no, miren el tópico de la rectitud germánica, y lean sobre el pollo que ha montado Volkswagen.

El 27 se va a votar diputados al Parlament catalán. Y como la derrota no tiene padres y la victoria, viva la madre que la parió, las interpretaciones van a querer desembocar en una declaración metida con calzador, sin anuencia social suficiente y, sobre todo, descabellada.

Cuando se viaja por esos mundo de Dios, Alá, y con moscas y malos olores, se pone un poco de distancia con estas cuitas patrias. Explíquele usted a uno de Asia Central que a un lado del río Senia se hace la paella con picada y al otro no. Vamos, que le da un ataque de risa. Cuando el mundo es más global y a un lado y otro de la Unión Europea cada vez hay menos diferencias, van los que deberían abanderar el seny y se nos ponen a edificar barreras y diferencias peligrosamente etnicistas.

Miren, el domingo, 27 van a pasar muchas cosas. Unos irán a misa, los chavales jugarán su partido, los amigos irán en bicicleta a la Casa de Campo, en Siria habrá bombardeos, el ISIS matará a sus prisioneros, Obama dirá algo, en Grecia estarán formando su nuevo Gobierno, en China unos verán la Fórmula 1, otros intentarán sobrevivir, hasta habrá algún Bonfilio que se pague unas cañas por su santo, alguna persona encantadora soplará las velas por su cumple… El mundo, redondo, girará. Sí, en Cataluña votarán, ojalá que pensando en grande y con seny. Una vez José Bono pronunció algo que a uno le pareció un hallazgo: “Allá de aquellos que pudiendo tener una patria grande, se conforman con una patria chica”. Toma “seny” a la manchega.

 

Joaquín Vidal

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