Aznar acaba de dejar a su títere sin cabeza. Ya había arremetido antes contra Rajoy, su ungido. Los sucesores casi nunca hacen las cosas al gusto de sus predecesores, sobre todo si han sido designados por ellos. El del dedo quisiera una marioneta que, sin embargo, sentada en el trono vibra con vida propia.
Conocida es la historia del novio virgen y tímido que sitúa a un amigo experimentado bajo la cama nupcial para que le sople lo que hay que hacer. El apuntador, frustrado por la pertinaz incompetencia del de arriba, acaba saliendo de su escondite diciendo: «¡Quita! ¡Quita!». Aznar no quiere sustituir Rajoy pero le está empujando fuera del colchón.
Aznar realizó un requerimiento de muerte política. Cinco veces, afirmó Aznar, su pupilo ha fracasado en las elecciones de este año: andaluzas, europeas, municipales, autonómicas y catalanas. El espacio del PP mermado, el del PSOE reforzado y los secesionistas envalentonados. Así ha quedado el campo de batalla según el general retirado Aznar. No le falta razón, pero cuando le designó como su sucesor ya era Rajoy renuente en tomar iniciativas y proclive a dejar que los demás se retraten y se estrellen. Esto ya no vale estando al frente del cotarro.
Juan Luis Cebrián pidió el lunes pasado en El País elecciones ya. Argumentaba que tras el resultado tan malo del PP en las catalanas no puede Rajoy retrasar más la convocatoria de las generales para imponer un presupuesto al gobierno que saldrá de las urnas. Podía haber pedido también que no se presentara. No crea su electorado que cambiando de caballo justo antes de la meta el resultado sería peor. No será bueno en ningún caso pero, al menos, su sucesor podría encabezar ya la necesaria renovación del PP y estar menos condicionado por el pasado para el imprescindible dialogo con las demás fuerzas políticas tras los comicios. Quizás tenga Rajoy que marcharse de todos modos si el análisis de Aznar se confirma con la agravante de que Ciudadanos, tras su éxito del 27-S, cosechará fuera de Cataluña bastante voto del PP.
Mas no está en mejor situación y en su irresponsable fuga hacia adelante parecía que su bicicleta acabaría pinchando en las púas de la CUP. Sin embargo ésta no aparenta ser tan fiera como prometió y maniobra para que no le endilguen el eventual cadáver político de Mas, maestro tacticista y victimista. Hay quien afirma que la elección del 15 de octubre, aniversario del fusilamiento de Companys, para su declaración como imputado por la convocatoria referéndum del 9 de noviembre de 2014, es fruto de una inducción suya. La desaparición de Mas y Rajoy del escenario político ayudaría pero el fondo del problema seguiría siendo el mismo.
Inés Arrimadas anunció en la alegría de su noche electoral, escoltada por Rivera, unas propuestas de reforma del Senado y de financiación autonómica. Ciudadanos considera necesaria una reforma constitucional para poner al día el Estado de las Autonomías. La propuesta federal de los socialistas sería una forma de lograrlo. No se trata de ceder ante los independentistas, como pretenden Aznar, Rajoy y otros. Se trata de lograr una mejor organización de todo el Estado, precisando su relación con las autonomías, su financiación y las competencias de cada cual, confiriendo, asimismo, un rol específicamente autonómico o federal al Senado. En Cataluña son algo más, ahora, los que quieren permanecer en España pero se multiplican cuando perciben una solución negociada del contencioso actual. Además, los nacionalistas vascos están al quite. Ya no pretenden encabezar la procesión, como Ibarretxe, pero harán lo que hagan los catalanes.
Si los «castellanos» quieren la permanencia de Cataluña en España tendrán que seguir la vía de la reforma de nuestra norma suprema además de mantener el orden constitucional, sin perjuicio de que requieran seguridades de que el juego de culpabilizar a Madrid de todos los males autonómicos cese y que dejemos de contemplar una pugna continua por más competencias una vez lograda la reforma del pacto constitucional que será ratificada por todos los españoles.
Rajoy ha sido nefasto. Mal perdedor en 2004, dificultó la primera legislatura de Zapatero con una campaña del PP calificándole de Presidente «ilegítimo» por ganar las elecciones tras el 11-M. Tiene la enorme responsabilidad de haber recurrido el Estatuto catalán ante el Tribunal Constitucional una vez aprobado en Cataluña por referéndum después de haber sido votado favorablemente por las Cortes. No busquen más lejos para comprender la furia catalana que lleva a los descontentos a los pies de irresponsables independentistas. Sumen su pasividad ante la crisis catalana y su austeridad, quizás necesaria pero sin compasión, ideológicamente aprovechada para intentar reducir el Estado del Bienestar, para vislumbrar un balance negativo de su mandato a pesar de una mejora macroeconómica pero sin recuperación social. Y la corrupción.
Carlos Miranda
Embajador de España
Carlos Miranda