Escuché a una colega decir que la victoria del centrista Pedro Passos Coelho, que ya era el actual primer ministro, en las elecciones del domingo en Portugal, fue sin duda tan festejada en el palacio de Sao Bento como en La Moncloa. Y tenía razón mi aguda colega: con diez años más y una barba blanca, el jefe del Gobierno luso, que ha seguido tan fielmente como Rajoy las instrucciones europeas en cuanto a recortes, bien podría pasar, incluso físicamente, por el presidente del Ejecutivo español. Ambos tienen la misma dosis de carisma y encanto de cara a las masas, es decir, muy escasa; ambos son honrados, previsibles, poco imaginativos, fiables en lo que dicen y fieles a sus compromisos. Con este equipaje, más la condena por corrupción de su antecesor socialista, Passos Coelho ha ganado, aunque no por mayoría absoluta y en una situación que será difícil, las elecciones generales. La pregunta es si, rompiendo nuevamente el maleficio que ha traído la derrota a todos los que practicaron la austeridad, el otro 'premier' ibérico, es decir, Mariano Rajoy, también ganará los comicios que ha convocado (bueno, aún no formalmente) para el 20 de diciembre, aunque luego lo tenga más difícil aún que el colega portugués para gobernar.
Ambos tienen la misma dosis de carisma y encanto de cara a las masas, es decir, muy escasa
Rajoy, hay que reconocerlo, no está de moda en las encuestas. Passos tampoco lo estaba, aunque en su partido había mucha más limpieza que en el PP; o aunque en Portugal, país admirable en muchos sentidos, y al que quien suscribe ama especialmente, no existan conflictos territoriales como los que afligen a su vecino de la derecha. Y aunque en España el socialismo de Pedro Sánchez se haya desembarazado de buena parte del lastre que heredó; o también aunque aquí exista un contrincante tan peligroso en el centro como Ciudadanos, o un Podemos que no es el Bloco portugués, aunque querrá ahora asemejársele. Quiero decir con todo ello que, admitiendo que haya semejanzas en la situación de los dos países ibéricos, existen al menos tantas diferencias, y que quizá la euforia de La Moncloa ante la noche electoral portuguesa se deba más a la falta de consuelo recibida en los comicios celebrados a lo largo del año en España que a una sensación real de que aquí vaya a haber 'contagio' de lo ocurrido allí.
Bueno, en todo caso los dos colegas ibéricos son tradicionalmente los que más se hablan en las 'cumbres' europeas. Y eso que me aseguran que Passos, que tampoco es que sea un políglota, no habla un mal inglés. Y hasta puede que hable un poco más de gallego que Rajoy.
Fernando Jáuregui