miércoles, noviembre 27, 2024
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El Sepulturero

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Había en mi pueblo, hace muchos años, un enterrador de los de antes: viejo, flaco, enjuto, con cara demacrada de circunstancias y traje oscuro desgastado, que cobraba por sus trabajos ‘a la pieza’.

Le llamaban ‘el Sepulturero’ y había entregado a la tierra a cientos de sus vecinos. Una vez le pregunté si sufría cuando tenía que inhumar a un familiar o a un amigo de toda la vida. Él levantó las cejas, suspiró y dijo en voz baja, con algo de malicia en el semblante: “Yo no quiero que muera nadie, pero a mí el trabajo que no me falte”.

Algo parecido deben de pensar los diputados y senadores del PP, que este miércoles se fueron a sus casas tras el último Pleno de esta agitada legislatura con la idea –avalada por las encuestas de intención de voto- de que el fin del curso legislativo cierra también una etapa en la política española. La etapa de su predominio total en las instituciones, de las mayorías absolutas y del todopoderoso ‘rodillo’ parlamentario que aplastó incluso el programa con que Mariano Rajoy ganó las elecciones hace cuatro años.

Ni las filas prietas de los ‘populares’ ante las cámaras de televisión ni los prolongados aplausos en pie al líder ocultan una realidad que tampoco tapan las consignas que el partido ha dado a sus cargos. El nerviosismo ha tomado los despachos gubernamentales y la “sensación de fin de régimen” –así definía hace unos días el estado mental que impera en los ministerios un colaborador de un ‘peso pesado’ del equipo de Rajoy- ha cundido entre aquellos que hasta ahora decidían el destino del país.

Los diputados y cargos del PP saben que tras el 20 de diciembre, aunque Rajoy volviera a ganar las elecciones, su partido tendrá menos diputados y senadores

Los diputados y cargos del PP saben que tras el 20 de diciembre, aunque Rajoy volviera a ganar las elecciones, su partido tendrá menos diputados y senadores. Por un lado, debido al desgaste de los últimos cuatro años, y por otro a causa de la esperada irrupción de Podemos y de Ciudadanos en el Parlamento. De ahí que los corrillos, los murmullos y las llamadas discretas de teléfono sean parte de la actual comidilla. Todos viven pendientes de la decisión del líder, que decidirá cuáles de sus subordinados ocupan los primeros puestos de las listas, aquellos que aseguran el escaño y, por tanto, cuatro años más de empleo y sueldo.

El problema es que en un ambiente electoral que anticipa una pérdida de peso político para el PP –ahora tiene 185 diputados y hay encuestas que le pronostican una caída de 50 escaños- hay muchos que se van a quedar fuera. Hay, pues, tortas en el PP por ganarse el favor de Rajoy para ocupar los mejores lugares de las listas, a sabiendas de que eso supone fulminar a un compañero de filas y dejarle sin escaño. Como decía el enterrador de mi pueblo, el trabajo que no falte, aunque sea a costa de tirar al amigo a la fosa.

Imagino estos días a todos los cargos ‘populares’ intentando convencer a su jefe de que son las personas más idóneas y mejor preparadas para encabezar el proyecto que someterán al examen de los ciudadanos en las próximas elecciones. Y me viene a la cabeza otra frase que me dijo ‘el Sepulturero’ de mi pueblo la última vez que lo ví y le pregunté qué tal le iba. Me miró con su cara afilada y, con esa mezcla de perversidad y complejo de superioridad que sólo pueden tener los enterradores, musitó: “Ay, no me hables, que hay una peste de salud…”

César Calvar

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