miércoles, noviembre 27, 2024
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Melancolía

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Ni siquiera en su despedida, los diputados españoles, o algunos de los más relevantes, han tenido la grandeza de cerrar la legislatura con gesto de respeto a lo que significa el debate parlamentario, que por ácido que sea, por brusco, por mucha animadversión que se sienta hacia el contrincante, es o debe ser un debate en el que se mantengan las formas y la virulencia de las discrepancias no puede solapar el respeto que se debe al adversario.

En anteriores ocasiones el último día de legislatura se caracterizaba por un fair play en el hemiciclo que no se ha visto en esta ocasión, o al menos no se ha visto en dos de los protagonistas de la legislatura, Pedro Sánchez y Rosa Díez. Tampoco en sus respuestas mostró Rajoy su cara más amable, pero hay que decir en su descargo que fue el presidente el primero en ser atacado con una ferocidad verbal inusitada, acusado de mentir y de falta de honradez. En los pasillos, algunos de los más veteranos, tanto políticos como periodistas del “plan antiguo”, nos dejábamos llevar por la melancolía al recordar grandezas de tiempos pasados. Tiempos de políticos que nos hacían sentir orgullosos de ser españoles.

Imposible saber, a dos meses de las elecciones, quien va a gobernar en la próxima legislatura. Se centra el debate en si debe ser el partido más votado o el candidato del partido que logre más apoyos parlamentarios aunque no sea el ganador. En España siempre ha gobernado, con o sin mayoría absoluta,  el más votado, pero no tiene por qué dar miedo que cambie el escenario. Lo que sí sería sano políticamente hablando es que los electores supieran, antes de depositar su voto,  quién piensa apoyar a quién una vez que haya que elegir un nuevo candidato a la presidencia.

Está claro que Podemos no apoyará nunca al PP, pero sería justo, además de sano, que Rivera  se pronunciara sobre sus intenciones

Está claro que Podemos no apoyará nunca al PP, pero sería justo, además de sano, que Rivera  se pronunciara sobre sus intenciones, para que nadie se llame a engaño cuando vote a Ciudadanos.  En las autonómicas y municipales se inclinó por apoyar al partido más votado, pero ahora se pone de perfil cuando se le pide que concrete  si PP o Psoe. Porque así los que le voten sabrán a qué atenerse.  

Por otra parte, aunque esta periodista –repito, del “plan antiguo”- prefiere  que gobierne el que gane las elecciones,  nada  puede objetar si se elige presidente al ha quedado en segundo lugar pero a muy corta distancia del primero. Lo frustrante, y se ha visto en cantidad de gobiernos regionales y municipales, es que gobierne la segunda o tercera fuerza porque el ganador se ha quedado a un escaño de la mayoría absoluta. Es democrático,  sin duda, pero  moralmente bastante inaceptable porque no recoge el sentir mayoritario de los ciudadanos.  Así está la  clase política tan desprestigiada; ese tipo de juegos oportunistas no ayudan a admirar a quienes supuestamente se dedican a la política por afán de servicio a su país y a sus ciudadanos.

Y metidos en especulaciones sobre resultados más o menos ajustados, las encuestas de los distintos medios de comunicación coinciden en el declive de Podemos y el incremento espectacular de Ciudadanos. En el PP se guarda como oro en paño un sondeo cuyas entrañas –que es lo importante- pocos conocen, aunque se sabe algo de las conclusiones,  que insisten en el declive de Ciudadanos pero da más cancha al PP y al Psoe de lo que indican las encuestas periodísticas. Es decir,  que todavía queda partido para el bipartisismo. Pero … motivos sobrados hay para dudar de la infalibilidad de las encuestas y, además, en política dos meses es una barbaridad de tiempo.

La renovación es obligada, pero también tiene peligro: mucha gente vota determinadas siglas porque quiere ver en el gobierno a personas que sabe cómo respiran, qué defienden y con qué criterios se mueven. Y si en lugar de esa cara casi familiar ve un cartel con la foto de un desconocido, quizá sea reticente a otorgarle confianza.

Conclusión, que por mucho que digan unos y otros, puede pasar cualquier cosa.

Pilar Cernuda

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