Este mes de octubre es bastante duro para muchos autónomos, porque deben pagar el IVA del trimestre y, además, si tienen alguna sociedad limitada, tienen que abonar un adelanto del impuesto de sociedades. Si el mes de octubre no ha sido bueno, es frecuente que los ingresos no superen a los gastos. Debido a esas circunstancias en las que se mueven miles de españoles, resulta deslumbrante que -no es la primera vez- escuchemos eso de «el dinero público no es de nadie», la última ocasión, que recuerde, fue a una ministra del gobierno de Zapatero. Y es que, si partimos del punto de vista de que el dinero que los contribuyentes aportan a las administraciones no tiene dueño, entonces el administrador se imbuye de autoridad suprema para hacer con él lo que quiera, porque «no es de nadie». Si, además, los electores siguen votándoles se creen autorizados para llevar a cabo la organización de tramas tan mecanizadas como la de los Eres de Andalucía o el 3% de los nacionalistas, la mordida que llaman en Méjico, el impuesto revolucionario, como lo denominan las fuerzas paramilitares y terroristas.
Ya que el dinero no es de nadie vamos a emplearlo en nuestras campañas electorales, en favorecer a las empresas amigas, en crear puestos de trabajo innecesarios para los hijos de los necesitados militantes, o en financiar el nacionalismo que nos permitirá seguir delinquiendo, pero sin las ataduras fiscalizadores de esa administración estatal que obliga a robar con disimulo y guardando las formas. Si los socialistas andaluces han gestionado Andalucía como si fuera un cortijo de su propiedad, los nacionalistas catalanes se han comportado como los dueños de la masía. Y a un dueño no se le piden cuentas. De esa manera el dinero que no es de nadie pasa a ser de los titulares de las cuentas en Andorra. Y lo peor no es la monstruosidad cometida, lo peor son los jaleadores de los delincuentes que están contentos de ser los tontos útiles y agradecidos de la historia.
Luis del Val