En estas alturas de la vida por las que uno atraviesa, son ya muy pocos los amigos que piensan, al margen de que el tiempo transcurra perfectamente ajeno al sentimiento de los pobres mortales, que éste no se escapa con inusitada velocidad. Pasa el tiempo despreocupado, con esa cadencia que siempre ha tenido aunque sólo sea dentro de la mente humana, dejando atrás una sucesión de días, meses, estaciones, años y de vidas.
Vienen estas reflexiones a cuento de ser ésta la centésima columna que uno escribe para este diario. A lo largo de las cien semanas transcurridas, unas veces se ha hablado de literatura, otras de música, alguna más de recuerdos de aquí y de allá, muy pocas de política y, afortunadamente, jamás de fútbol. Por su parte, los lectores han ido reaccionando cada semana, algunas veces con comentarios ácidos, otras con sugerencias muy interesantes e insospechadas, algunas veces, incluso con muestras de apoyo y hasta de cariño, que siempre son de agradecer.
La centésima columna quizás sea buena ocasión para ocuparnos de pintura. No de la pintura en abstracto sino de un cuadro muy concreto: Almendro en flor, pintado en Asís por Joaquín Sorolla en sus felices tiempos de recién casado.
Ojalá que al menos a los lectores madrileños les resulte familiar el hermoso palacete de la calle Martínez Campos donde vivió el pintor y que alberga su museo. Justo enfrente hubo otro palacete casi idéntico, ya demolido sin piedad, donde vivió don Niceto Alcalá-Zamora. Si no lo conocieran, aprovechen algún festivo para visitar este hermoso museo cuanto antes. Disfrutarán no sólo de muchas de las excelentes obras de Sorolla, sino también de un remanso de paz, con su arquitectura sevillana y sus recoletos jardines, que les trasladará a un Madrid ya desaparecido.
El caso es que –como comprobarán los visitantes– desde el punto de vista financiero el museo Sorolla no atraviesa, ni mucho menos, la mejor de las situaciones. Por eso, y visto que los actuales propietarios han decidido poner en venta ese magnífico cuadro que es Almendro en flor, la dirección del museo ha lanzado una campaña para reunir los fondos necesarios y poder adquirirlo. La campaña estará en marcha todavía durante un mes, y con contribuciones a partir de veinte euros se pretende reunir los más de cuarenta mil que costaría conseguir que este cuadro de una belleza y serenidad extraordinarias enriquezca todavía más las salas del antiguo palacete de Joaquín Sorolla.
Guarden por tanto los lectores, aunque sólo sea por esta vez, sus comentarios ácidos y también sus sugerencias e incluso inmerecidas muestras de apoyo, para pasar un momento por el museo Sorolla, o por su página en internet, admirar Almendro en flor y, quién sabe si también contribuir a tan loable iniciativa con la cantidad que mejor les parezca.
Ignacio Vázquez Moliní