Cual Presidenta de unos Estados Unidos de Europa, Angela Merkel se fue a Turquía la semana pasada para solucionar el éxodo de los refugiados del Oriente Medio a Europa. Tras identificar hace semanas la crisis de los refugiados como algo vital para la Unión Europea puso ahora el dedo en Turquía como elemento esencial para su solución. Eso sí, tras dar bandazos. Del no a la niña palestina Merkel pasó a un generoso aperturismo para refugiados que le planteó problemas con su propio electorado y despertó lamentables brotes xenófobos por lo que cerró media puerta. Finalmente, ha reparado en la importancia de Turquía para la UE en esta y otras cuestiones fundamentales.
Además del manido recurso a los dineros comunitarios para prometer a Ankara al menos 3.000 millones de euros por la contención y alojamiento de unos dos millones de refugiados sirios en Turquía (en campamentos precarios) y tras considerar la exigencia turca de la supresión de visados para sus ciudadanos en la Unión, la Canciller germana ha rectificado un previo rumbo suyo estando ahora más dispuesta a un ingreso turco en la UE y a revitalizar unas negociaciones durmientes en el sueño de los rechazados. Ello requerirá con Turquía un dialogo serio sobre justicia, libertades y derechos fundamentales y en el seno de la UE la aceptación de que el ingreso turco modificará equilibrios y situaciones comunitarias. La incorporación de una población de 75 millones, casi la alemana (80 millones) y por encima de la francesa (66), italiana (60) o española (46), tendrá consecuencias de peso en la Unión. Asimismo una importante aceptación del ámbito cultural musulmán diferente del conjunto judeo-cristiano de la UE reconducido en buena medida hacia la secularización por la Ilustración y, luego, el laicismo.
Turquía es importante para los europeos desde las perspectivas política, económica y de seguridad. Durante la guerra fría Turquía fue un baluarte occidental frente a la URSS. Tras la caída del muro de Berlín no se le agradecieron los servicios prestados alejándola del destino de Europa lo que ha facilitado su deriva islámica, aunque democrática, frente a una concepción laica vigente desde Ataturk, hace casi un siglo; su acercamiento a Rusia; y una prioridad hacia Asia central y el mundo árabe con el que, sin embargo, nunca se fundirá a pesar de compartir el Islam.
Turquía sigue siendo un valladar para la seguridad europea a través de la OTAN tanto respecto a la Rusia nacionalista y agresiva de Putin como de un Oriente Medio con inestabilidad crónica por complejos motivos que siempre han fomentado algún tipo de terrorismo antioccidental, ahora el yihadista que asimismo quiere reformar el mundo islámico.
Para la UE Turquía sería un activo importante, política y económicamente, en el Oriente Medio y Asia central. No puede ser solo la guardiana de una puerta trasera de la UE, como algunos señalan erróneamente. No obstante, el camino hacia adelante de la UE sólo debiera seguir expresándose de una forma progresiva y modulable a través de círculos concéntricos y en cuya apretada centralidad únicamente pueden acomodarse, por ahora, unos pocos países mejor identificados y homologados entre sí y junto a los que difícilmente podrían afincarse actualmente no sólo Turquía sino también países comunitarios insuficientemente preparados para ello o que no lo desean.
Turquía tiene un rol sustancial desde Afganistán hasta el Magreb pasando por Palestina y ello es importante para Europa cuando se están produciendo cambios profundos que alteran el panorama conocido. Tras la firma del necesario acuerdo nuclear, Irán se torna un actor legítimo mientras se intensifica, incluso bélicamente, la puga entre sunnís y chiís. Putin establece una alianza con éstos últimos vía Irán e Irak para salvar a su difícil vasallo Asad (alauí/chií), al que convocó a Moscú para escenificar su dependencia. Quiere Putin garantizar sus bases militares en Siria con el riesgo de fomentar una partición siria costera que dejaría el campo libre al este a los yihadistas califales. Rusia vuelve a influenciar el escenario del Oriente Medio (veremos si positivamente) donde poco pintaba desde que en los años setenta del siglo pasado Egipto basculó hacia los EEUU y Occidente.
Mientras, en Afganistán la amenaza talibán se mantiene, Arabia saudí no zanja aún la interferencia iraní en el Yemen y en Palestina una tercera Intifada puede estar naciendo. Turquía está asimismo en guerra contra kurdos señalados como terroristas dentro y fuera de sus fronteras. Una UE que quiera incluir a Turquía deberá tentarse estas ropas kurdas sin olvidar las turcochipriotas. Claro que lo de resucitar el ingreso turco en la UE podría ser un brindis de Merkel a un Erdogan, en deriva autoritaria, con elecciones a la vista. Lo concreto es la supresión de los visados y el mantenimiento de los refugiados sirios en Turquía. Hasta se podría sospechar que su reciente éxodo masivo fue por impulso turco.
Carlos Miranda
Embajador de España
Carlos Miranda