martes, noviembre 26, 2024
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Marruecos, nuestro vecino imprescindible

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A Marruecos lo percibimos solamente a trozos, a golpe de artículos de prensa. Parece que no hay demasiado interés por el país, más allá del turismo y de los sucesos, naturalmente siempre agrandados cuando son negativos.

Aunque cercano, vecino, lo conocemos mal, en general; mientras la bibliografía sobre Marruecos en francés es apabullante, aquí es muy minoritaria. Y eso que la historia de España siempre ha estado entrelazada con la de Marruecos. Desde la invasión musulmana, o invasiones, la batalla de Alcazarquivir donde, al desaparecer Dom Sebastião, se le abre la puerta dinástica a Felipe II , la expulsión de los moriscos a principios del siglo XVII, la guerra del Rif, la Dictadura de Primo, el advenimiento de la República y la sublevación de Franco contra ésta. Hasta la muerte de Franco y la Marcha Verde, que coinciden no por casualidad.

Los estereotipos predominan sobre y contra este país que guarda un equilibrio no siempre fácil entre tradición y modernidad, como muy bien dejó escrito Domingo del Pino. En España, por una especie de resentimiento poscolonial, se ha venido apoyando acríticamente al Polisario con un buenismo acrítico, eso que Pascal Bruckner definió acertadamente en La tentación de la inocencia. No queremos saber la verdad de lo que pasa en Tinduf. Algunos grandes conocedores del país, como Bernabé López García, han visto con mayor claridad y objetividad el problema del Sahara occidental, pero el mensaje cuesta pasarlo.

Con Marruecos siempre tenemos algunos problemas -lo natural con un vecino de esa envergadura e importancia-, y siempre soluciones. Digamos lo que digamos por mor de la diplomacia, se percibe siempre una cierta hostilidad hacia Marruecos, a pesar de cooperar en todos los temas graves, y de ser el país musulmán más libre y tolerante. Y crucial para nuestra estabilidad y la del Mediterráneo.

Marruecos es un país con instituciones sólidas, donde se dialoga, se habla. Las mujeres marroquíes son las más liberadas de todo el mundo árabe, quizá junto con las jordanas. Hay diputadas, algunas de gran relieve, como la socialista Nabila Mounib, o escritoras como Fatima Mernissi, adalid desde hace muchos años del feminismo. La mujer marroquí lucha arduamente por ocupar el lugar que le corresponde, a pesar de las trabas familiares y los usos y costumbres, y un machismo cultural que perdura, incluso en los jóvenes. La prensa es la más libre de cualquier país musulmán y se ha abierto mucho con el reinado de Mohamed VI. Es un país donde se hablan el francés, el español (cada vez más) y el inglés. Un país más abierto y tolerante que los de su entorno.

Qué duda cabe de que los equilibrios son precarios. Hay dos o tres Marruecos, varias velocidades. Tiene muchas debilidades, entre ellas una población activa demasiado dependiente de la agricultura (40%), para sólo un 17,6% de tierra cultivable (de la cual, sólo el 13% con regadío), donde se concentra el 85% de la pobreza y, correlativo a ésto, un nivel de analfabetismo muy elevado, todavía algo más del 30%. Necesita esa fórmula de cuatro ingredientes que a nosotros nos sirvió para salir de la dictadura: democracia total, educación, sanidad e impuestos. Marruecos está en ello, pero no es fácil pues la sociedad civil es muy débil, un vacío que en muchos países han ocupado los islamistas (en Marruecos éstos son moderados y participan en el gobierno).

De España importan casi tanto como de Francia, el 15%, y somos su primer destino exportador, con el 19% (Francia, el 17%). Y sin olvidar que en nuestro país viven unos seiscientos mil marroquíes que cubren los huecos laborales que los españoles desprecian.

Hay en muchísimos españoles una especie de arrogancia frente a nuestro gran vecino. Queremos que se desarrolle, sobre todo para evitar el éxodo migratorio, pero en cuanto pescan o producen tomates, nuestros sindicatos de izquierda alzan sus escudos proteccionistas.

Marruecos, pues, bien merece más atención, no sólo de los expertos y de los diplomáticos, sino de la sociedad española; más acercamiento real, porque es mucho más que un destino turístico. Viajar por el país es sumamente agradable, amable e interesante, pero no es suficiente. Si hay un país fundamental para nosotros éste es Marruecos, y la realidad cotidiana se encarga de confirmarlo.

Jaime-Axel Ruiz Baudrihaye

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