domingo, septiembre 22, 2024
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Historia de un resentimiento

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No son muchos los que recuerdan aquella extraordinaria sesión del Ateneo de Madrid, en los aciagos años de la dictadura de Miguel Primo de Rivera, en la que los socios de la docta casa, ante la imposibilidad de celebrar unas elecciones libres, eligieron al doctor Gregorio Marañón presidente de la junta de gobierno. Lo hicieron por aclamación, en medio de un tumulto más que considerable, en el que no faltaron bastonazos, puntapiés y algún que otro mordisco, acallado al fin sin contemplaciones por aquella siniestra policía al servicio del directorio militar. Años más tarde, ya con el general Berenguer en el poder, y unos meses antes de la llegada de la República, Marañón volvería a ser elegido presidente del Ateneo por abrumadora mayoría, esta vez con todas las garantías democráticas.

Uno sabe muy bien, gracias a los amigos que, inasequibles al desánimo, consiguen sacar adelante, aunque sea a trancas y barrancas, magníficas actividades en los venerables salones del Ateneo, que la figura del doctor Gregorio Marañón sigue muy presente en esa institución imprescindible de la vida madrileña, tanto en el ámbito cultural como en el político y social.  

Las obras del doctor Marañón son libros valiosos para cualquiera que se interese por los episodios históricos y temas ensayísticos en los que profundizó con maestría

Los ateneístas conocen muy bien, por tanto, las obras del doctor Marañón. Son libros valiosos que forman parte de su extraordinaria biblioteca, y cuya lectura hoy en día es muy provechosa para cualquiera que se interese no sólo por los muchos aspectos médicos que desarrolló a lo largo de los años, sino también por los diferentes episodios históricos y temas ensayísticos en los que profundizó con maestría.

En uno de esos libros imprescindibles, el doctor Marañón se ocupa de analizar la personalidad del emperador Tiberio. Esta obra, publicada justo al final de la guerra civil, disecciona con una agudeza intelectual todavía no igualada, los orígenes del resentimiento profundo que caracterizó la vida de Tiberio. Distingue con total precisión dos sentimientos que, aunque radicalmente diferentes, el común de los mortales tiende a confundir más a menudo de lo que podría pensarse. Uno es el odio, dirigido hacia un objeto o una persona determinada, y el otro el resentimiento, caracterizado, según demuestra el doctor Marañón, porque el resentido proyecta su propia frustración hacia todos y cada uno de los que le rodean.

Releyendo las páginas de Tiberio, uno se pregunta si muchas de las tensiones que padecemos hoy en día no tendrán su origen, precisamente, en la frustración personal de algunos de los que se ocupan de los asuntos públicos. Lejos de perseguir el bien común en sus ámbitos territoriales, o de apoyar la labor de los que dirigen instituciones tan señeras como pueda ser el Ateneo de Madrid, tienen como única guía servir a ese resentimiento que les corroe. Porque no olvidemos que el resentimiento no sólo es obsesivo sino también insaciable y, como señala Marañón, transforma al resentido en una especie de pelele sin otra voluntad que la de ser mero instrumento de su frustración.

Ignacio Vázquez Moliní

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