Valerón miraba desde la banda. Un hombre bueno y justo, predicador del fútbol que hacía el bien por donde iba. Todavía no ha alcanzado la edad que le echábamos cuando éramos pequeños. Mil años parecía entonces y ahora sigue igual, con más ceniza en el pelo. De Canarias salen futbolistas rítmicos que llevan la pelota envuelta en papel de regalo. Les falta en ocasiones la pétrea determinación que escupe la península. Valerón, Silva y Jesé, comparten una obcecación interior, casi un autismo, que les hace misteriosos, y a veces, sublimes. No cierran los puños ni aprietan los dientes. No gritan al compañero. Su fútbol es lo único que tienen.
Aire festivo en el Bernabéu, no hay odio en las gradas. Las Palmas se ríe y sale feliz de respirar en la capital. Intenta jugar dando pases, fingiendo tranquilidad, diciéndose a sí mismos que están ahí para hacer su fútbol. En una de las primeras jugadas, Casemiro saltó del mediocampo como una bestia antigua y acosó al primer jugador de las palmas que vio con un balón. Jesé pescó la pelota, que salió hecha añicos y se la devolvió suavecita y compacta al brasileño. Un pase de primeras dado con un compás (se le nota la compañía de Kroos) puso a Isco de cara contra la portería. El malagueño esperó lo justo, y cuando el portero se desmoronaba hacia el engaño le picó la pelota al otro lado. Tan fácil fue porque Alarcón lleva el amague en el cuerpo.
Como todos los jugadores del Madrid estaban inmiscuidos en la presión (es bello ver trabajar al príncipe), el partido era un paisaje sólo de ida. Sin la velocidad esquizoide de Mou, con más pausa en la frontal, el Madrid dispuesto de esa manera es capaz de producir una ocasión de gol cada dos jugadas que comienza. Marcelo es un pez en la ola y le tira una comba infantil al depredador que vive en el área. Cristiano deja caer su peso sobre la pelota, y cabecea picándola hacia abajo el segundo tanto de la tarde.
Los canarios metieron un gol en el que nadie reparó porque el espectáculo estaba al otro lado. Jesé parece que comienza a caer por la pendiente del fútbol, dejado atrás el saco lleno de piedras y neurosis que le atenazaba. Tiene algo anfibio, de onda corpúsculo, y a veces de ciervo elegante y pausado cruzando la calle, que se encabrita repentinamente y sale disparado propulsado por sus cuartos traseros. La confianza le ha devuelto el regate, y el gol ha caído poco después por pura inercia. Le llega un balón al área en un pase tenso de Kroos. Rebota el pase y lo doma. Le ha vuelto la gravedad y la pelota le hace caso. Se para y sabemos que pasará algo. Rima hacia afuera y dispara haciendo el mismo movimiento que antaño Cristiano. La hoja seca, le decían. Y el balón cruza asesino por delante de las barbas del portero, que no puede hacer nada porque ese bote siempre es letal.
El partido estaba muerto y con Benítez no es fácil disfrutar. Cuando se oscurece la función, cuando la competencia ya no es necesaria, desenchufa las luces y las jugadas se hacen mortecinas, evanescentes y absurdas en su falta de flujo. Todo es defensa y contención. Y ni siquiera, porque inevitablemente hay momentos en los que entra el caos a borbotones. Pero un caos feo, mísero y sin estética. No es el de los niños. Es el del atasco en la carretera comarcal.
Hubo detalles:
1- Cristiano, tan moreno como una pija de serrano, se caía constantemente de sus tacones y estaba un buen rato resituando su cuerpo. Sus movimientos tienen el óxido de la ciencia ficción de los ochenta. En la segunda parte tuvo una cita de frente, en carrera contra el portero y la chafó disparándole al pecho. El regate no existe ni como posibilidad y sus pies parecen bañados en amianto. Necesita de una supermodelo que le mienta y un estadio que le cante a oscuras cumpleaños feliz. En su final, todo en él es puesta en escena y pide a gritos lo mismo de su afición.
2- Mi hambre Anita, Anita, gime sobre su burrita. Así es Isco que juega para la delicia de los niños y los del interior. Sláloms de juguete, un último pase mirando al tendido, el gol precedido de un desmarque artesanal, sus caracoleos que no cesan y cada vez se insertan mejor en la literatura del equipo. Isco tiene una personalidad estética que acaba imponiéndose en cualquier entorno.
3- Modric siempre está en proceso de volver a ser lo que fue. Y lo fue. Quizás esa propensión a lesionarse le haya apartado del título honorífico de mejor centrocampista del mundo. Quizás esa delgadez, esa elasticidad le permitan esos saltos de tiempo y fútbol, y lo lleven a la enfermería con demasiada frecuencia. Al malagueño, compacto y peludo como platero, y más pegado a la tierra como Sancho Panza, nunca le pasa.
4- Casemiro va elevándose hacia otro centrocampista mejor que el intuido. Aunque…¿a quién culpamos del caos de las segundas partes?
5- Varane sin Ramos es una espiga que se dobla. Necesita la electricidad del camero para ser letal.
6- Están los que odian a Isco por artista y andaluz, y están los que no valoran el orden porque no tuvieron que luchar para conseguirlo.
7- En el minuto 55 se levantó el primer madridista de su asiento para llegar al coche antes que nadie y enterrarse con su familia en su casita. Ese fue el momento que dio sentido a la tarde. La huida del templo para caer en el sepulcro.
REAL MADRID, 3 – LAS PALMAS, 1
Real Madrid: Kiko Casilla, Danilo, Nacho, Varane, Marcelo,Casemiro, Kroos (Borja Mayoral, m.85), Modric (Lucas Vázquez, m.46), Isco, Jesé (Marcos Llorente, m.80), Cristiano Ronaldo. No utilizados: Yañez, Pepe, Kovacic, Cheryshev.
Las Palmas: Javi Varas, Devid Simón, Aythami, Bigas, Garrido, El Zhar (Nauzet Alemán, m.68), Roque Mesa, Vicente Gómez, Hernán (Tana, m.64), Jonathan Viera y Willian José (Araujo, m.80). No utilizados: Lizoain, David García, Juan Culio, Valerón.
Goles: 1-0. M. 4. Isco. 2-0. M.15. Cristiano Ronaldo. 2-1. M.38. Hernán. 3-1. M. 43. Jesé.
Árbitro: Santiago Jaime Latre. Amonestó a Hernán, Vicente Gómez, Aythami.
72.387 espectadores en el Santiago Bernabéu.
Ángel del Riego