miércoles, noviembre 27, 2024
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El problema de los anfibios

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A Albert Rivera le produce tanto gozo y satisfacción ceder sus votos para que sea presidente del Gobierno Mariano Rajoy como a un gato la posibilidad de saltar de la ribera y adentrarse en las aguas centrales del río. Observa más bien la orilla de enfrente, la del PSOE, con la que se siente más identificado por razón de edad de su líder, y porque piensa que aliarse con el PP le va a restar votos en las próximas elecciones. ¿Menos o más de lo que sucedería si no le cediese sus votos a la lista más votada y ayudase a que Pedro Sánchez, perdedor de las elecciones, con el peor resultado de la reciente historia del PSOE, se convirtiera en presidente del Gobierno?

Sublime decisión. Es el eterno problema de los anfibios, que unas veces son carne y, al momento siguiente, pescado, esa eterna discusión de la Edad Media nacida de si, en Cuaresma, se podían comer ranas, sin dejar de cumplir con la abstinencia.

Y cuidado con las reformas. No sea que quieran cambiar una pared, resulte un muro de carga, y se nos venga la Constitución abajo

Hasta ahora, el croar de la rana tampoco nos ha dado pistas. En los tiempos que corremos se croa a través de los programas, pero los programas, aunque se elaboren para no cumplirlos, con la misma seriedad con la que se firman los armisticios para traicionarlos, nos dicen bastante poco. Podríamos decir que «oscuro e incierto se presenta el reino de Vitiza», o de Albert Rivera. Vitiza reinó entre al año 702 y 710, con el reino dando boqueadas de debilidad, y unas tremendas luchas internas entre los que querían plantar cara a los musulmanes, y lo que preferían inclinar la cerviz y pagar impuestos. Me imagino que las filas de Don Albert incluirán socialista inhibidos y conservadores disimulados a los que les suceda lo mismo. Espero que sus cálculos no se ciñan a los intereses del partido que lidera, sino que piense en esa España que dicen que quieren unida. Y cuidado con las reformas. No sea que quieran cambiar una pared, resulte un muro de carga, y se nos venga la Constitución abajo.

Luis del Val

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