lunes, septiembre 23, 2024
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Albert

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La intención de esta columna de opinión es hacer un retrato escrito del político más destacado de la actualidad española:Albert Rivera Díaz, Barcelona, 15 de noviembre de 1979. Probablemente el fututo presidente del Gobierno de España. Lo primero en lo que medité fue en cómo titular mi artículo. Decidí utilizar solo su nombre, Albert, despojado de cualquier otro añadido, porque el personaje es capaz de desplegar toda su fuerza comunicativa desde su nombre de pila y, además, porque apelarle así me permite presentarlo desde la cercanía o, si se quiere, desde una cierta intimidad. He visto y oído a Albert en muchas ocasiones a través de los medios, en entrevistas y comparecencias públicas. También le he escuchado “en directo”, pero siempre en momentos estelares, mediáticos, como uno más de los cientos o miles de personas que han seguido su emergente e intensa actividad política. Me he aproximado a él a través de sus dos libros, “Juntos Podemos, el futuro está en nuestras manos”, publicado por Espasa en febrero de 2014 y escrito con la colaboración de Fernando de Páramo, y “El Cambio Sensato. 100 preguntas, 100 respuestas”, publicado en abril de 2015 por la misma editorial. “Entre bambalinas. Una biografía” y “Ciudadanos. Deconstruyendo a Albert Rivera”, son libros en clave de crítica sobre su figura con los que así mismo me he documentado.

Pero expuestas mis intenciones y mis fuentes, he de confesar que jamás lo he saludado. Y, en consecuencia, nunca he cruzado una palabra con él. Es decir, que la pretendida aproximación íntima a Albert en que consiste esta crónica lo es solo respecto del personaje público. Pues me interesa la dimensión humana del político, en cuanto que líder. Pretendo, en fin, retratar brevemente lo que de humano transmite el personaje, dibujando lo que podríamos llamar su “intimidad pública”. Y hacerlo desde mi subjetividad y sin ocultar mi admiración por él. Para mí, Albert Rivera es, en versión actual, una suerte de mezcla entre Adolfo Suárez y JFK. En sus maneras, en su sonrisa o en su sólida amabilidad.

En un breve apunte biográfico diré que Albert es el único descendiente del barcelonés Agustín Rivera, hijo de una familiaobrera de La Barceloneta, y de María Jesús Díaz, quien con 13 años emigró a Cataluña desde Cútar, Málaga. Albert estudió en la Escola Cervetó, un colegio de reconocida calidad, en el que practicó la natación de competición durante ocho años, llegando a ser campeón de Cataluña en dos ocasiones. Posteriormente, estudió Derecho en ESADE, donde comenzó a jugar waterpolo. Durante 2001 cursó, como alumno Erasmus, en la Universidad de Helsinki. Ya licenciado, en 2002 comenzó a trabajar para la Caja de Ahorros y Pensiones de Barcelona, coronando su formación con un posgrado en Derecho Constitucional. En julio de 2015, después de nueve años de durísimo trabajo político en el Parlamento de Cataluña como líder de Ciudadanos, fue elegido por su partido candidato a la presidencia del Gobierno de España sin necesidad de celebrar primarias, al ser el único de los cinco militantes presentados en lograr los 509 avales necesarios, obteniendo 2.904 de los 3.031 avales posibles.  Un éxito arrollador.

A través de los medios de comunicación, los españoles, además de percibir el imparable ascenso de este líder, sabemos que Albert tiene una hija de su anterior relación sentimental y que su actual “chica” y sus padres le apoyan incondicionalmente en el difícil equilibrio que supone atender como padre a su hija y responder, al tiempo, a las notables exigencias de su creciente dimensión pública. También sabemos que el líder de Ciudadanos, a quien le gusta conducir, no tiene coche oficial y maneja su propio Golf, en el que escucha a autores como Fito o Marc Anthony, además de temas marchosos de actualidad o flamencos. Sabemos, además, que siente pasión por las motos, el cine y el deporte. Todos estos datos me permiten pensar en Albert como en un político de carne y hueso, cercano, actual, moderno, homologable a millones de ciudadanos, al que le interesan las cosas cotidianas, domésticas y personales. Los aspectos privados de la vida de Albert que han transcendido a lo público nos muestran a un político joven con una sencilla vida personal y familiar. Nos acercan, en fin, a un líder “humano”, sensato, dialogante y capaz, centrado en un proyecto político de cambio, pero viable y serio, para el conjunto de la sociedad Española que, sin duda, cristalizará el 20D. 

¡Ánimo Albert!

Ignacio Perelló

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