La aprobación este lunes por parte del Parlamento de Cataluña de una resolución en la que se declara solemnemente en su primer punto «el inicio del proceso de creación del Estado catalán independiente en forma de República» no deja de ser, aparte de otras consideraciones de tipo político o jurídico, un día triste para muchos españoles, que ven como transcurridos treinta y siete años desde la aprobación de la Constitución, una parte del territorio nacional quiere separarse del resto de España.
¿Constituye este hecho un fracaso de nuestra democracia? ¿Qué se ha hecho mal por parte del Estado para que se haya llegado a este punto? Pienso que no conviene flagelarse en exceso a la hora de repartir responsabilidades o de buscar «culpables» de la situación que vive Cataluña. Los españoles, también los catalanes, nos dotamos en 1978 de unas reglas de juego -la Constitución- que luego se vieron ampliadas con la aprobación de los diversos Estatutos de Autonomía de los que emanan los diversos gobiernos y parlamentos autónomos, también los de Cataluña. A ese proyecto de una España plural se sumó el nacionalismo catalán, que durante muchos años ha estado pilotado por una coalición, Convergencia i Unió, que en este momento se ha roto, y por un líder político, Jordi Pujol, sobre el que en la actualidad penden varias y fundadas sospechas de delitos de corrupción que afectan también a la mayoría de sus hijos.
Pero si algo distingue al nacionalismo, vasco y catalán, es que nunca se ha llegado a encontrar cómodos dentro de España, lo cual tiene su lógica porque su objetivo final, que nunca ha ocultado, es la independencia. Otra cosa es el concepto de lealtad al marco jurídico y político que esos nacionalismos tengan. Si entraron en 1978 a jugar el partido del marco constitucional; si han estado más de treinta y siete años aprovechándose de él, lo que no es de recibo es que cuando les apetezca, quieran romperlo unilateralmente que hay que recordar señala, artículo uno de la Constitución, que «la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado». Si hemos vivido juntos treinta y siete años, tenemos que decidir juntos el futuro de una parte del territorio nacional, se les podría contra argumentar a estos paladines del independentismo.
Llegados a este punto, a los diversos poderes del Estado -el ejecutivo y el judicial fundamentalmente- no les queda otra que defender la integridad territorial, el marco constitucional, con todos los instrumentos que tienen a su alcance, que son muchos y variados. Se vivirán momentos difíciles y de mucha tensión, en los que todos de una u otra manera sufriremos, también los catalanes que quieren seguir siendo españoles. Por eso mantengo que hoy es un día triste, muy triste, para todos.
Cayetano González