miércoles, noviembre 27, 2024
- Publicidad -

Todo bajo el sol

No te pierdas...

La Conferencia de París sobre el clima cae en muy mala fecha para nuestros ajetreados candidatos. Además, el cambio climático les parece algo secundario, una bagatela de cuatro intelectuales. Por sus no-declaraciones los conoceréis. Rajoy se negó hace año y medio a recibir siquiera a Jeremy Rifkin (al que considera un charlatán y además era culpable de haber asesorado a Zapatero), y los demás están aturullados con sus querellas internas y externas. Por no hablar de los catalanes, deshojando la margarita de si quieren ser españoles o corsos o sardos o sicilianos.

La de París será una conferencia multitudinaria, diplomática, en la que no habrá grandes resultados pues éstos se consiguen en el callado día a día de los ayuntamientos y administraciones. Los intereses industriales seguramente prevalecerán y muchas economías emergentes todavía quieren crecer sin demasiadas trabas ecológicas, desgraciadamente. Las acciones ecológicas, protectoras, dependen más de la sensibilidad de los ciudadanos (cómo sería oportuna, una huelga espontánea de coches privados e ir sólo pie y en transporte público –que en Madrid es bueno- ante la elevadísima contaminación).

Aquí todavía estamos dudando de si hay cambio climático o no, aunque haga 21º el 11 de noviembre. Como en la fábula de los galgos o los podencos, todos discuten y nadie decide. Hemos avanzado en la protección de la naturaleza, desde el mejor control de los incendios forestales hasta el reciclado, desde la inversión en renovables a la sensibilidad en los colegios y escuelas.

Pero este año los caquis (Dyospiro kaki L.) han madurado incluso antes de las primeras escarchas, hay sequía y falta de lluvias por toda la Meseta y el Levante, muchas aves que se van a Africa a pasar los fríos siguen aquí, como nos cuenta Mónica Fernández Aceytuno. Y muchos más signos que cualquier agricultor o guarda forestal puede descubrir a simple vista. Por ejemplo, que los montes de pinos en las sierras de Segura y Cazorla se transparentan más porque los árboles tienen menos pinocha desde hace años.

Tenemos sequías, trombas de agua, desastres no naturales, y no pasa nada, se declara zona catastrófica, se dan unas cuantas subvenciones y a otra cosa. De prevenir, poco. Pero, independientemente de si son ciertos o no los pronósticos más pesimistas, los más casandras, seguimos despilfarrando el agua en cultivos no necesarios, vamos a regar todas las olivas de España y seguir plantando algodón, hacer campos de golf con agua potable, no reciclada, y las aguas fecales de muchos pueblos van todavía a los ríos o al mar, que para eso están.

Hacemos presas olvidando construir las canalizaciones necesarias para explotarlas, como ha sucedido en Rules (Granada), por ejemplo, que lleva más de diez años inaugurada y no sirve para nada ya que las competencias están divididas entre el Estado, la Junta y la Confederación Hidrográfica. Ahora acaban de inaugurar otra en Siles (Jaén), que esperemos no corra la misma suerte.

España tiene muchos temas pendientes en materia de protección de la naturaleza. Algunos se van a tratar en París, otros dependen de nosotros:

-Las emisiones de CO2, que habrá que bajarlas siete u ocho veces para 2050,

-Los subsidios al carbón, que no se quitarán por aquello de los votantes asturianos y leoneses, muy necesarios para el PSOE,

-Las trabas a los paneles solares domésticos, para que los oligopolios eléctricos no pierdan un euro,

-Los subsidios opacos a las plantas solares,

-El gran poder de nuestras empresas de cemento y de las constructoras, que se oponen a toda restricción.

Los países más avanzados conceden gran importancia a los asuntos de conservación de la naturaleza, pero en España aun no. Sir Nicholas Stern, o James Lovelock, son escuchados y respetados, mientras aquí casi no sabemos quiénes son; Pedro Arrojo es ignorado, como lo es Ignacio Martínez de Pisón. Mónica Fernández Aceytuno, afortunadamente, nos recuerda semanalmente con su billete en ABC, que la naturaleza existe. Pero estas cosas las consideran muchos políticos no un asunto de Estado sino casi un tema de románticos y ecologistas aguafiestas.

Las cumbres son unos escenarios, unos teatros, más para la impresión cosmética y mediática, para la foto de familia. Sin embargo, trabajar para paliar las sequías y la pérdida de biodiversidad, activar la prohibición de muchos productos químicos, son necesidades, con o sin cambio climático. Se crearía más empleo y habría más empresas dedicadas al medio ambiente (fabricar compost, plantar árboles, reciclar, construir casas con materiales que ahorran energía, desarrollar las tecnologías que ya existen).

Todo bajo el sol; aquel viejo y manido slogan de nuestro turismo de masas serviría hoy para hacernos reaccionar ante una situación que siempre ha sido difícil en España dada nuestra situación geográfica. Deberíamos ser, parafraseando el relato de Jean Giono, el país que plantaba árboles.

Jaime-Axel Ruiz Baudrihaye

Relacionadas

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

- Publicidad -

Últimas noticias

- Publicidad -